El corral de los recuerdos

He visto a hombres fieros gritar de coraje o miedo y arremeter contra otros hombres.

He sentido el sabor pegajoso de la sangre en mi boca, adherida a la piel, con el olor de la muerte y sus ojos huecos.

He recordado a los que no se rindieron, hombres rabiosos que preferían morir en el desierto y regar la tierra con su sangre.

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La Salina

Crédito de la imagen

La planicie era eterna. La tierra se unía al cielo en el horizonte y provocaba la angustia de don Álvaro Díaz, comerciante y mercenario por vocación, súbdito de la Corona por conveniencia y cristiano militante, a la hora de imaginar un futuro venturoso en una tierra indómita.

Sus hombres marchaban en silencio. Habían callado desde que dejaran atrás la última colonia española y padecían resignados el sol de diciembre. Los más osados murmuraban. Murmullos de motín contra la insensatez del colonizador. La mayoría dejaba oír un silencio resignado, de cordero rumbo al matadero.

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¿Los ves?

Don Bravo se despertó con las primeras luces del alba. Se calzó las bombachas, las alpargatas de yute, la boina negra y salió del rancho. A unos metros, lo esperaba la casilla del baño con techo a las estrellas.

El mugido resonó en la lejanía. Cumplimentados los primeros menesteres, fue a mojarse la cara en la palangana, levantó la vista y el trozo de espejo que colgaba de la pared de su ruca, como le dijo alguna vez su amigo cona, devolvió las arrugas como surcos de arado a medio terminar y una incipiente barba.

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Cada mudanza una aventura

Créditos: Twitter.

“El viento es libre en la tierra plana, gobierna a su antojo los pastos, las nubes, los hombres. Si nace con el sol, lleva agua, tormentas y fortunas adversas para sus habitantes.

Cuentan los pampas que Gualichu pierde el sueño y su aliento caliente invade las tolderías, arrastrando la arena que irrita los ojos. A veces libera lágrimas de amores no correspondidos, nostalgia de soles viejos con correrías memoriosas, sudores y aguardiente áspero quemando la garganta.

Es el pampero. El dueño de la tierra, el amigo del desierto que mueve las arenas y obliga a correr los toldos. Cada mudanza es una aventura, la búsqueda de nuevas tierras tiene el sabor del desconcierto, de los caprichos de la llanura y los espíritus silbadores”.

(Fragmento de “La tierra plana”. La foto es de una tormenta de arena en Metileo, provincia de La Pampa)

La pintura

“La vuelta del malón”, Della Valle Angel.

Hacía frío. El viento cortaba la cara y las nubes plomizas parecían devorarse los edificios. Miré el reloj. Quererla era esperarla. Lo había sido desde el primer día.

Delante de mí el edificio oblongo estaba magníficamente iluminado. Destellos azules, que se volvían rojos para mudar al amarillo, desafiando a los bocinazos y las frenadas de los colectivos. Asentí como si pudiera verme cuando su voz en el teléfono dijo que estaba en camino. Colgué y decidí entrar al museo.

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