El tiempo de las ballenas

Y la mañana languidece entre lecturas y un texto que avanza, a tientas, como debe ser. Un mar encrespado como puerto. El tiempo de las ballenas como espacio en donde estar.

María Negroni en Calle del orco: «En toda traducción hay un movimiento de amor, gestos de acercamiento que nacen de una apasionada atracción verbal y que llevan, por lógica, a desear compartir los textos traducidos».

Cortázar en Lejana (también en la misma publicación). «A Alina le dolió el cierre de la cartera que la fuerza del abrazo le clavaba entre los senos con una laceración dulce, sostenible. Ceñía a la mujer delgadísima, sintiéndola entera y absoluta dentro de su abrazo, con un crecer de felicidad igual a un himno, a un soltarse de palomas, al río cantando. Cerró los ojos en la fusión total, rehuyendo las sensaciones de fuera, la luz crepuscular; repentinamente tan cansada, pero segura de su victoria, sin celebrarlo por tan suyo y por fin».

Soltarse de palomas. Caer rendido ante la frase.

Domingo.

Mi texto que me espera.


El tiempo de las ballenas

La veo bajarse del ómnibus y mirar nuestra terminal de contados andenes y que pide a gritos una renovación. Lleva un bolso pequeño, la mirada perdida y un insomnio a cuestas. Lo sé. Me reconozco ahí. Exhalo el humo del cigarrillo y me abrocho la campera.

—Permiso —digo, y se hace un lado, mientras vuelvo a mi puesto en el kiosco. Pide un agua y unas pastillas de menta, pregunta por alojamiento.

—Lo de Irma. —contesto. —Llegue hasta la esquina, dos cuadras a la derecha y se lo va a encontrar.

—¿Todavía existe?

Asiento.

Una media sonrisa y se va. «Nos vemos», agrega. Lleva el pelo corto, de color rosa.

Hoy llegué al pueblo. No ha cambiado mucho. La Terminal sigue descascarada, a pesar de su mano de pintura. Desandé las dos cuadras hasta la Hostería, donde me atendió un joven somnoliento. Por suerte, nuestra habitación estaba desocupada.

Se sorprendió cuando le aboné la semana completa y me advirtió que no era el tiempo de las ballenas. «Lo sé», respondí.

Ya estaba donde debía estar. Dos o tres libros en el bolso y una cita por cumplir. Te hubiera atraído el chico del kiosco.

(Y continúa. A tientas).

(La imagen es de Pixabay).

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