El eco de tu ronquera

Respirabas con tranquilidad, sabiendo que velaba por tu sueño, que alguien rumiaba insomnio por vos y que el mundo podía ser un lugar para vivir si nos lo proponíamos.

Moría por contarte sobre nosotros y ese futuro que estaba al alcance de la mano. Soñaba con que todo fuera de otro modo, bajo un cielo que nos envolviera con una sonrisa. No sé si aquello era amor. Pero se le parecía.

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Escribo en penumbras

Es una nana que se aloja en el esternón o en el estómago, depende de su humor.

A veces, esa nana duele más. En otras, se la ignora con el trajín diario, hasta que la trompada es tan fuerte que no podeś levantarte de la cama.

Escribo en penumbras. Casi como el país, veo al futuro repetir el pasado/veo un museo de grandes novedades. Algo así.

Hoy me desperté con esa opresión. Colabora un día gris. Parece que va a llover.

Quizás debiera escribir sobre la imposibilidad de escribir, la cerrazón de las palabras, el cacheteo diario de la realidad. O debiera cambiar de lecturas, apostar a Corin Tellado.

Sí debiera asistir a eventos y no quedar como un ingrato. Menos mal que queda el arte contra un afuera tan noventa y de espanto. Desconfiar de la palabra resistencia. Contragolpe. O contraataque, quizás.

Mi gata oye el tamborilear en el teclado y se sienta a mi lado, casi montando guardia. Ya hizo su recorrida, espantó gatos ajenos (y propios). Ahora descansa.

Afuera una claridad llana toma forma de día.

Son treinta mil. Las políticas de Memoria Verdad y Justicia encarcelaron a miserables que torturaron y asesinaron personas, robaron bebés, picanearon y violaron mujeres. Ocupar la calle el 24 de marzo contra el Terrorismo de Estado. No discutir con negacionistas, ni dejarse avasallar por ignorantes.

Manifestarse para no olvidar una realidad podrida que te hacía saber y sentir que estabas a la intemperie, en descampado y rodeado de animales feroces (*). También para construir hacia adelante, desde el llano. Y para eso hay que caminar, empecinados en no aceptar esa realidad egoísta, asfixiante, cruel.

Empecinarse. Escribir es empecinarse también.

«… lo que se incluye en todo relato son miradas, evocaciones de lecturas, sueños, informes fragmentarios de acontecimientos que pudieron suceder y que en verdad no importa si sucedieron a no, porque en la literatura lo interesante no está en lo verídico sino en lo posible. Que es más estimulante. Somos en este sentido Barteblys, sujetos que son más enigma y empecinamiento que obra.».(*). Hermosa novela a la que le demoro el final, quizás para no sentirme desamparado, como sucede con las buenas obras.

Las penumbras se alejan, al menos las del día.

(*) Citas y fragmentos de Esto nunca existió, de Mempo Giardinelli, Edhasa, 2022.

El día que nunca terminó de encajar

Foto: Pixabay

Abrió los ojos. No necesitó mirar las manecillas fosforescentes para saber la hora. Soltó las imágenes del sueño y se tomó unos minutos, habituándose a la oscuridad, hasta que fue necesario levantarse. Despacio. Para no marearse.

El espejo del baño le devolvió las arrugas y los ojos oscuros, intensos. Todavía.

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