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Los nombres de la lluvia

Llueve. Las palabras se demoran. Abro la puerta balcón y dejo que el olor a lluvia pasee por la casa. Petricor, se ha difundido por ahí. Para la RAE, no existe. Igual no concilio con ella. Y busco otras.

Aparece un artículo. Elijo reiu (lluvia fría) y kanu (lluvia fría de invierno), del japonés.

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Los progresos del texto

Primeros minutos del día. Silencio, la mañana y sus olores que llegan desde el patio. Mempo y una cita para aprovechar los intersticios del tiempo, buscarse el hueco a la hora de escribir. Un lado de acá que conspira contra cualquier instancia creativa. Iba a escribir destello.

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Aproximaciones al mar VII

Hay un mundo que ha cambiado. No sé si te gustaría vivir en él. Afuera, sobran gritos, intolerancia, chanzas, nadie oye a nadie y todo puede ser una mierda a veces. Diría casi siempre, pero acotarías que soy un pesimista. Como no serlo en estos tiempos de fascismo desvergonzado, con una hipocresía mayor a la habitual.

Llego a la Terminal. Pido un pasaje a la costa. Casi que puedo oírte: nadie se baña dos veces en el mismo río.

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La literatura no es más que amor y trabajo

«La literatura no es más que amor y trabajo. Concibo otras formas, pero sólo estoy tratando de ver la mía. Antes creía que sin saber nada, sin comprender los secretos de la palabra y la forma, de una manera puramente instintiva (genial) se podía llegar a dominar el idioma. La literatura, me decía, no es sólo sintaxis o adverbios o cópulas o gerundios, es, sobre todo, ideas. Y es cierto. Pero no comprendía que al pensar “no sólo es” admitía de algún modo que también era eso. Porque al fin me he dado cuenta —al cabo de cuántos versos, de cuántas páginas estúpidas— de que se debe trabajar la forma, no para hacerla “bella” —aunque esto solo podría justificar algo— sino para poder decir aquello que se quiere decir, y no exactamente lo contrario o apenas una triste parte. Trabajo: eso. Nunca tengo grandes ideas, acaso nunca las tendré, pero al menos puedo decir tan claramente como es necesario las pobres ideas que tengo.

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Muchachos

Vi Muchachos. Emotiva conmemoración. Pocos espectadores en un cine vacío. Lo que más me sorprendió fue que no hubo aplausos, el silencio cuando finalizó la película. Parecen tan lejanos los festejos. Otras cosas preocupan. La motosierra empuja a todos a la pobreza y buscan imponer la indigencia a palazos. No les será tan sencillo.

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Caminar al abismo como vacas ciegas

Apareció entre las hojas de un libro. Era un barco de papel aplastado. Tiré de las puntas con delicadeza y se abrió listo a flotar, no sin evocar recuerdos de origamis por la casa; encallados en la mesa, bajo la almohada, en bolsillos sin un peso, pero sostenidos «por el corazón sobre todo», canta Estelares.

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El juego de camisetas

¡Dale, dale! —vociferaba el desconocido con el pucho apagado entre los labios. Su hijo eludía a un defensor, pateaba otro centro que el nueve cabeceaba afuera y originaba lamentos y aplausos cerrados de la parcialidad local.

Desde la tabla que hacía de banco de suplentes visitantes, Raúl sonreía. Arengaba a los sabandijas que corrían detrás de la pelota y resistían un partido adverso desde el comienzo.

El clarear brillante lo distrajo. El griterío de los padres se confundió con los pelotazos y el siseo de los álamos se desvaneció en el recuerdo. Vio por la ventana las nubes anaranjadas que parecían colarse detrás de las ramas a merced de la brisa.

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