¿Qué será esto visto desde el futuro cuando mi tiempo no sea más mío y aunque hoy mismo no lo sea?(*). La poesía de un par en esto de escribir.
Ismael canta Somos.
Y en estos días el que escribe, consciente del privilegio
de nacer en esta orilla, cree que aún este será el tiempo
del ángel temeroso que suspira, átomo que gira en solitario,
alienígena nacido en esta tierra, del sueño sublime, en fin,
del hombre y la mujer que buscan otro mundo posible.
Reconocernos en otros que no se resignan a la apología libertaria del egoísmo y la crueldad. Combinar el trabajo con la lectura –y en menor medida la escritura– un escudo contra la desesperanza, una búsqueda de complicidades.
Sara Torres y La seducción. Amor, deseo, lo que ponemos en juego a la hora de acercarnos a otra persona. Y la escritura por supuesto: Yo soy lenta ¿sabes? Me gustan los caracoles, los cangrejos ermitaños. Este mar me gusta porque no tiene las corrientes del norte, es distinto al mar oscuro del Cantábrico, donde nací. Ahora siempre puedo nadar tranquila a ranita, con la cabeza fuera del agua. Incluso cuando buceo lo hago lento y poco profundo. Odio que me metan prisa, creo que escribo para no tener que ir con prisa por las mañanas, de camino a la oficina. Para no tener oficina, y que mi trabajo no se parezca al trabajo.(**).
O este párrafo más adelante:
Por eso la mayor parte del tiempo prefiero callarme y espero al papel… en papel las emociones se digieren distinto porque quien lee está sola, acude al texto buscando respuestas, una conversación y, por tanto, dispuesta a respetar. Si entra en la lectura ha entrado en el tiempo ritual donde se suspende el tipo de juicio que puede hacer que yo resulte ridícula en una conversación.(**).
Hermosa novela, por cierto. Una escritura (y lectura) que se fragmenta. La viñeta de Caloi y la poesía: libros alados.
Contrapuntos al pequeño dictador que exuda su máximo cinismo.
(*) Hernán Lasque en Maratón Dromedaria, CABA, Leviatán, 2019.
(**) Sara Torres, La seducción, edición digital.