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Los nombres de la lluvia

Llueve. Las palabras se demoran. Abro la puerta balcón y dejo que el olor a lluvia pasee por la casa. Petricor, se ha difundido por ahí. Para la RAE, no existe. Igual no concilio con ella. Y busco otras.

Aparece un artículo. Elijo reiu (lluvia fría) y kanu (lluvia fría de invierno), del japonés.

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Promesa

Afuera. Sabés del afuera, todo es violencia en nombre de la libertad y palos a jubilados.

En el bodegón una piba cantaba acompañada de su guitarra y se oía como olas que arropan la arena.

Te comentaría de Plath y su atrocidad de los atardeceres. O Ernaux: En mis textos, tengo la impresión de estar cavando siempre el mismo hoyo; sus diarios sin plazos de publicación, un mero estar ahí, una zona en construcción.

Maravillosa definición de la escritura.

O más adelante:

Lo que escribo en un diario, sea del tipo que sea, se nutre del presente. Por diferentes razones, ciertamente, como fijar una emoción, un encuentro, unas dificultades de la vida o de la escritura, con la convicción de que escribirlas me ayudará de una manera u otra. El diario es el depósito de la fugacidad.(*)

Quizás no habría lecturas, ni comentarios. Son arteras las casualidades, sí la complicidad tácita de un reencuentro, un diario sin plazos. No sé si suficiente, un primer paso que no estaba mal.

(*) Annie Ernaux, La escritura como un cuchillo, edición digital.

La forma de la mano

Francis Scort Fitzgerald, Gienn Gouid, Alejandro Magno, Marilyn Monroe, Leonardo Da Vinci, Ringo Starr, Rafael, Harpo Marx, Guillermo Vilas, Napoleón, Albert Einsstein, Lenny Bruce, Cole Porter, Iggy Pop, Carlomagno Judy Garland, Pablo Picasso, Charles Chaplin, Kurt Cobain, Diego Armando Maradona, Dick Van Dyke, Atahualpa Yupanqui, Peter O’Toole, Paul McCartney, Lewis Carrol, la inflamable Juana de Arco y la lista continúa hasta alcanzarlo a usted. Fueron y son miembros de una minoría. Una de las últimas minorías de la sociedad. Una minoría que se las arregla para sobrevivir sin ninguna organización, sin ningún tipo de poder colectivo, sin objetivos claros ni sentido real de la identidad común.

Tijeras, cuadernos, instrumentos de cuerdas, chequeras, ojales y botones, palos de golf, teclados varios, agendas, manijas, escaleras, video-games, pupitres, palancas de cambios, libros que siempre se hojean de atrás para adelante y revelan su final son algunos de sus enemigos.

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El resplandor del alba

Domingo, todavía no amaneció.

Por alguna razón la gata me despertó temprano. Ignoro dónde está ahora, pero desde hace días, ronda intranquila por la casa, como si se solidarizara con nosotros.

Afuera, desorientación. Tejido social hecho pedazos, apología de la crueldad, violencia de género. Podría seguir enumerando. De nada sirve. O sí. Lecturas a las que aferrarse:

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No poder sentir

La poesía era ver nieve en verano, escribe Cecilia Pavón (*).

Un televisor encendido con el documental de Wim Wenders, Buena Vista Social Club.

Está en Mubi.

Me dejo llevar por la música cubana, tonada de liberación y sufrimiento, si las hay.

Los preparativos de la cena. Como trabajador de prensa —vaya paradoja— ignorancia adrede de una realidad atroz. ¿Ningún diputado o diputada va a presentar un proyecto de ley para echar a sus pares que visitaron a Astiz?

Mientras tanto, borradores que avanzan, textos que todavía no conforman un libro. O sí. Sin esperanza y sin desesperación.

Otra vez Cecilia Pavón: En realidad somos todos aprendices de los textos que leemos. Y unos versos más abajo: Escribir desde los sentimientos te enseña que no hay problemas en realidad, los problemas son siempre no poder sentir.

Me lo guardo. Para contrarrestar esta época patética.

(*) Del poema Corona de novia.

(**) En Querido Diario, en Poesía reunida, Blatt & Ríos, edición digital. (Foto libre de Unsplash).

En mi barrio

En mi barrio hay días en que las vacas pastan en las veredas y los caballos se pasean impunemente por las calles, como salidos de otro tiempo y espacio. A nadie le sorprende, a pesar de que estemos en el siglo veintiuno.

No faltan expulsados que baten palmas. «Le barro la vereda, le corto el pasto, ¿Me presta una sierra para podarle ese árbol?». Crecen en número, junto a la exaltación de la individualidad y el desprecio a lo diverso, entre otras crueldades.

También hay un supermercado chino y sus ofertas. Allí se congregan vehículos último modelo y quienes ven en cartones, vidrios o cualquier cosa para reciclar, la oportunidad de arrimar algo a la olla.

Y que decir de la panadería que regala pan caliente a los que baten las palmas casa por casa. Bocanada de solidaridad.

De la lejanía, música del altiplano. Quenas y sikus son interrumpidos por la voz pastosa: «la papa, la batata, la cebolla, la zanahoria, señooora… aproveche la oferta señoora», se escucha desde un camioncito destartalado que avanza de milagro. Otra pausa. Más quenas y sikus, en un atisbo de poema barrial que irrumpe en la indolencia de la mañana.

Libros alados

¿Qué será esto visto desde el futuro cuando mi tiempo no sea más mío y aunque hoy mismo no lo sea?(*). La poesía de un par en esto de escribir.

Ismael canta Somos.

Y en estos días el que escribe, consciente del privilegio

de nacer en esta orilla, cree que aún este será el tiempo

del ángel temeroso que suspira, átomo que gira en solitario,

alienígena nacido en esta tierra, del sueño sublime, en fin,

del hombre y la mujer que buscan otro mundo posible.
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“Recibimos visitas, mejor andá a dar una vuelta”

Recibimos visitas. Recién se fueron. Mejor andá a dar una vuelta. Tres oraciones que confirman una cotidianidad violenta. Cuándo el cerco es inminente, ¿Se puede pedir ayuda a quien convive con el poder? Lo mismo se pregunta Francisco Amaro Villafuerte, delegado gremial, periodista e intelectual de eizquierda, en el gélido invierno de 1976 en Argentina, meses después del golpe de Estado.

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Lo importante es cómo hiciste las cosas

(Captura de video)

Borradores de un intento, (creo que la frase es de Giardinelli en Esto nunca existió). A veces, no hay caso y se la impone imposibilidad de escribir. Sin esperanza y sin desesperación, refería Carver de Dinesen. Consigna que puede ser estimulante a la hora de sentarse frente a una hoja y juntar palabras. O demoledora.

Sin dramatizar, me acordé de Scaloni.

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