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Categoría: Mis textos
Santitos
No suelo promocionar mis libros. No me sale, no está en mí. Creo más en el trabajo silencioso, si es posible constante, premisa que cumplo a medias. Podría enumerar elogios en privado (tu libro ahora ya está en poder de un amigo, porque libros como estos no se quedan en las estanterías. Van en las mochilas, en las carteras, bien apretaditos contra el cuerpo, contra el pecho), me escribió (a propósito de “El porvenir es una ilusión”) un lector y creo que es un gran destino para lo que uno escribe, la circulación de mano en mano, del boca a boca.
También le temo a las poses o figuras de las y los escritores. A veces me gusta definirme como laburante de la palabra que —de paso— incluye a mi oficio diario de trabajador de prensa.
He perdido la urgencia de publicar, una etapa más en este oficio de escribir y lo único concreto es que leo y leo, comparto algunos textos y de tanto en tanto escribo, mientras demoro el cierre de una nueva novela, acaso con demasiadas voces dispersas.
Hoy me desperté y leí unas generosas palabras sobre “Series y Grietas”, obra editada por Colisión Libros y presentada en la Feria Internacional en Buenos Aires, allá por el 2015. De más está decir que agradezco profundamente el comentario.
Fondista
Memoria quebradiza, austera, esquiva, que deja escapar imágenes y olores.
Lecturas silenciosas y voraces, la calma de una mañana cualquiera, previa al sofocón de los recuerdos.
Cartas viejas, textos inconclusos, renuentes, el olvido de tu voz.
La maquinaria forzada y altiva de algunas palabras.
Descreimiento de poses y frases. Más lecturas.
Un poema conmovedor de Chantal Maillard: escribir/como quien muerde un rayo/con los brazos en cruz.
Una llanura que todavía conmueve, el país de los tíos, el continente de las flores y el arenal de la memoria.
Arremangarse y sumergirse en el borrador cual fondista al que le faltan pocos kilómetros y sabe que debe llegar o desfallecer en el intento.
Respirar profundo, recuperar aliento, burlarse de las premisas.
Escribir con la persistencia de la memoria y la tiranía de las palabras.
Imagen: Pixabay
La vela
La botella estaba firme en el medio de la calle. Vacía, impune, de madrugada. La seguí con la mirada y pasé a su lado.
Ladridos de perros. El silencio espeso de la muerte.
En casa, restos de una despedida. Pibes y pibas afuera, el vaho irremediable de las flores, la bronca de una muerte clandestina.
¿Fueron ciertos los coágulos, el dolor, la mirada de la enfermera?
Adentro, mamá sollozaba entre hipos, abrazada por su compañero.
Les pedí que dejaran esto atrás. No me escucharon, no tenían por qué.
Mi hermana apretaba el pañuelo verde y encendía una vela junto a mi foto.
Orden en este caos
Allá lejos y hace tiempo Menem indultaba a los militares y en las calles se repudiaba el perdón. Lanata publicaba una tapa en Página/12. Completamente blanca, solo con el título del diario y un “pirulo” donde decía que el pasado no se podía dejar en blanco y borrar de un plumazo.
Cuba (1952)
Guatemala (1954)
Brasil (1964)
Chile (1973)
Argentina (1976)
Venezuela (2002)
Haití (2004)
Honduras (2009)…
EEUU, patrocinador oficial de golpes de Estado en América Latina desde mediados del siglo XX.— Rubén Sánchez (@RubenSanchezTW) 23 de enero de 2019
Dos medios argentinos me llamaron hoy para hablar de Venezuela y dejaron de hablarme cuando les dije que soy chavista, entre ellos Mitre y el Canal de la Ciudad. Anoten eso en libertad de expresión, ya total que importa querer pasar por encima a un país lleno de civiles.— bruno sgarzini (@brunosgarzini) 23 de enero de 2019
Medidas anticíclicas
El verano no terminaba de asomarse y nos buscábamos entre las sábanas para no acostumbrarnos a las mujeres muertas, la naturalización de la pobreza.
Preguntas ahogadas, gemidos despeinados, reverso del horror que pierde por goleada contra el imperio de las fieras.
Dos mil diecinueve
Y el dos mil diecinueve llegó sin palabras, replegadas por salutaciones de compromiso y fórmulas vacías, como si la mejor bandera fuera el silencio.
Recorro diversos blogs. Veo que seguimos escribiendo y manteniendo espacios, más allá de otras redes sociales que escupen diatribas, denuncias, odio y vigilancia.
El silencio es casi total, profanado por los pájaros que se desperezan, como la mañana y la gata que empezó su paseo, para verificar que todo está como corresponde y desaparecer de mi vista. Ya cumplió su objetivo —no sea cosa de que duerma mucho y se olvide de mi sustento— (¿se dirá?) al acercarse a mi oído con su ronroneo.
“Solo los tontos creen que el silencio es un vacío. No está vacío nunca”.#EduardoGaleano pic.twitter.com/wCM4ptyLrU— Ana Aurora Valencia (@mardemarzo) 6 de enero de 2019
“Este año el jo jo se los debo”, lanzó alguna vez el humorista Tute.
“Acá no se rinde nadie”, leo.
Un poeta rescata la belleza de la palabra aleatorio. Pienso en sus astillas, pensarla como ruptura a un discurso reproducido a diario y que crea un sentido al sinsentido.
Y entremedio un teclado castigado por mis dedos, con teclas sueltas y que exige un reemplazo, confabulando palabras, semillas al azar que alguna vez rendirán sus frutos. O no, pero sentarse y escribir.
Imagen: Pixabay
Apalabrar y juntar a los que quedan
Contra las bardas calles de ripio y construcciones a medio terminar: la pieza que no fue, los escombros en el patio, la arena que el viento desparrama por la tarde y cuenta lo que todavía falta.
La inocencia a medias, una vida más dura de lo debido para los pibes morenos y descalzos, que juegan en arcos improvisados con piedras apiladas y goles a una tribuna imaginaria.
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En la barriada el calor se alivia con sillas en la vereda, tereré o mate. También cerveza. Música tropical en un auto con un fenomenal estéreo.
Una piba le escribe a alguien por celular. Gesto serio. Parece que no es la respuesta que esperaba mientras vigila a la nena que anda en bicicleta.
Alguien riega la vereda, dos gurrumines juegan al fútbol con arcos improvisados con ladrillos en el medio de la calle. Se escucha un grito de gol, los brazos en jarra del arquero.
El verano es clemente, por ahora.
Desando cuadras, me dejo acompañar por la brisa entre los álamos.
El colectivo frena en la parada y se desprende de caras agotadas.
No hay clima de fin de año. O es uno, al que estas fechas le son esquivas.
Ni Felices, ni Fiestas. Ni hablar del jo, jo, jo.
Diciembre y sus días.
Ofensiva
Ayer, nos tocó ir a ver al chico que se suicidó en la línea E. Ya llevo bastantes pero este era distinto, dejo la mochila en un costado y el documento arriba (para que se lo identifique), y esperó hasta que pase el Subte. Tenía 21 años y varias fotocopias de su CV en la mochila.— Nicolas Vidal (@NicVidaal) 30 de noviembre de 2018
“Escribir no es normal. Lo normal es leer y lo placentero es leer; incluso lo elegante es leer. Escribir es un ejercicio de masoquismo; leer a veces puede ser un ejercicio de sadismo, pero generalmente es una ocupación interesantísima.”#RobertoBolaño— Eva Reed (@lecturaerotica) 16 de mayo de 2018