Fondista

Memoria quebradiza, austera, esquiva, que deja escapar imágenes y olores.

Lecturas silenciosas y voraces, la calma de una mañana cualquiera, previa al sofocón de los recuerdos.

Cartas viejas, textos inconclusos, renuentes, el olvido de tu voz.

La maquinaria forzada y altiva de algunas palabras.

Descreimiento de poses y frases. Más lecturas.

Un poema conmovedor de Chantal Maillard: escribir/como quien muerde un rayo/con los brazos en cruz.

Una llanura que todavía conmueve, el país de los tíos, el continente de las flores y el arenal de la memoria.

Arremangarse y sumergirse en el borrador cual fondista al que le faltan pocos kilómetros y sabe que debe llegar o desfallecer en el intento.

Respirar profundo, recuperar aliento, burlarse de las premisas.

Escribir con la persistencia de la memoria y la tiranía de las palabras.

Imagen: Pixabay

La vela

La botella estaba firme en el medio de la calle. Vacía, impune, de madrugada. La seguí con la mirada y pasé a su lado.

Ladridos de perros. El silencio espeso de la muerte.

En casa, restos de una despedida. Pibes y pibas afuera, el vaho irremediable de las flores, la bronca de una muerte clandestina.

¿Fueron ciertos los coágulos, el dolor, la mirada de la enfermera?

Adentro, mamá sollozaba entre hipos, abrazada por su compañero.

Les pedí que dejaran esto atrás. No me escucharon, no tenían por qué.

Mi hermana apretaba el pañuelo verde y encendía una vela junto a mi foto.

Publicado en Plan B Noticias
#AbortoLegalYa, #Pañuelazo

Orden en este caos

Allá lejos y hace tiempo Menem indultaba a los militares y en las calles se repudiaba el perdón. Lanata publicaba una tapa en Página/12. Completamente blanca, solo con el título del diario y un “pirulo” donde decía que el pasado no se podía dejar en blanco y borrar de un plumazo.

O algo por el estilo.
Y como no se puede borrar de un plumazo, bien vale la memoria. Estados Unidos (que siempre contó con gobiernos falderos) recordó su política imperialista y auspicia otro golpe de estado, esta vez en Venezuela, tensando posiciones casi irreconciliables y con resultado muy incierto.
Cuba (1952)
Guatemala (1954)
Brasil (1964)
Chile (1973)
Argentina (1976)
Venezuela (2002)
Haití (2004)
Honduras (2009)…
EEUU, patrocinador oficial de golpes de Estado en América Latina desde mediados del siglo XX.

— Rubén Sánchez (@RubenSanchezTW) 23 de enero de 2019

1964 – Río de Janeiro
«Hay nubes sombrías»,
dice Lincoln Gordon:

—Nubes sombrías se ciernen sobre nuestros intereses económicos en Brasil…
El presidente Joao Goulart acaba de anunciar la reforma agraria, la nacionalización de las refinerías de petróleo y el fin de la evasión de capitales; y el embajador de los Estados Unidos, indignado, lo ataca a viva voz. Desde la embajada, paladas de dinero caen sobre los envenenadores de la opinión pública y los militares que preparan el cuartelazo. Se difunde por todos los medios un manifiesto que pide a gritos el golpe de Estado. Hasta el Club de Leones estampa su firma al pie.
Diez años después del suicidio de Vargas, resuenan, multiplicados, los mismos clamores. Políticos y periodistas llaman al uniformado mesías capaz de poner orden en este caos. La televisión difunde películas que muestran muros de Berlín cortando en dos las ciudades brasileñas. Diarios y radios exaltan las virtudes del capital privado, que convierte los desiertos en oasis, y los méritos de las fuerzas armadas, que evitan que los comunistas se roben el agua. La Marcha de la Familia con Dios por la Libertad pide piedad al Cielo, desde las avenidas de las principales ciudades.
El embajador Lincoln Gordon denuncia la conspiración comunista: el estanciero Goulart está traicionando a su clase a la hora de elegir entre los devoradores y los devorados, entre los opinadores y los opinados, entre la libertad del dinero y la libertad de la gente.
(Eduardo Galeano, “El siglo del viento”, Memoria del Fuego 3)
Dos medios argentinos me llamaron hoy para hablar de Venezuela y dejaron de hablarme cuando les dije que soy chavista, entre ellos Mitre y el Canal de la Ciudad. Anoten eso en libertad de expresión, ya total que importa querer pasar por encima a un país lleno de civiles.

— bruno sgarzini (@brunosgarzini) 23 de enero de 2019

Córdoba. 1989. Un profe de Psicoanálisis, en clases de cientos de estudiantes en una universidad pública que hay que bancar a rajatabla, explicaba la noción de inconsciente y citaba estos versos, que acompañaron más de un cuaderno, esos con los que me topo buscando otras cosas.
Tiempo después supe el autor, cuando la psicología quedaba atrás y uno empezaba a arrimarse a las palabras.
Yo no soy yo.
Soy este
que va a mi lado sin yo verlo,
que, a veces, voy a ver,
y que, a veces olvido.
El que calla, sereno, cuando hablo,
el que perdona, dulce, cuando odio,
el que pasea por donde no estoy,
el que quedará en pie cuando yo muera.
(Juan Ramón Jiménez)
Y el que a veces voy a ver y a veces olvido, no puede o no sabe despegar la literatura de lo real. “Toda la literatura que yo escribo es realidad. Porque yo he visto que la realidad -y vuelvo a repetir algo que es muy repetido pero lo repito- la realidad tiene mucha más fantasía que cualquier fantasía, y eso lo he notado. Entonces, describo todas esas fantasías que uno ha vivido”, dijo Osvaldo Bayer en una entrevista, allá por el 2004.

Algo de eso hay. Y en el mientras tanto escribo. O lo intento.

Dos mil diecinueve

Y el dos mil diecinueve llegó sin palabras, replegadas por salutaciones de compromiso y fórmulas vacías, como si la mejor bandera fuera el silencio.

Recorro diversos blogs. Veo que seguimos escribiendo y manteniendo espacios, más allá de otras redes sociales que escupen diatribas, denuncias, odio y vigilancia.

El silencio es casi total, profanado por los pájaros que se desperezan, como la mañana y la gata que empezó su paseo, para verificar que todo está como corresponde y desaparecer de mi vista. Ya cumplió su objetivo  —no sea cosa de que duerma mucho y se olvide de mi sustento—  (¿se dirá?) al acercarse a mi oído con su ronroneo.

“Solo los tontos creen que el silencio es un vacío. No está vacío nunca”.#EduardoGaleano pic.twitter.com/wCM4ptyLrU

— Ana Aurora Valencia (@mardemarzo) 6 de enero de 2019

“Este año el jo jo se los debo”, lanzó alguna vez el humorista Tute.

“Acá no se rinde nadie”, leo.

Un poeta rescata la belleza de la palabra aleatorio. Pienso en sus astillas, pensarla como ruptura a un discurso reproducido a diario y que crea un sentido al sinsentido.

Y entremedio un teclado castigado por mis dedos, con teclas sueltas y que exige un reemplazo, confabulando palabras, semillas al azar que alguna vez rendirán sus frutos. O no, pero sentarse y escribir.

Imagen: Pixabay

Apalabrar y juntar a los que quedan

Contra las bardas calles de ripio y construcciones a medio terminar: la pieza que no fue, los escombros en el patio, la arena que el viento desparrama por la tarde y cuenta lo que todavía falta.

La inocencia a medias, una vida más dura de lo debido para los pibes morenos y descalzos, que juegan en arcos improvisados con piedras apiladas y goles a una tribuna imaginaria.

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Barriada

En la barriada el calor se alivia con sillas en la vereda, tereré o mate. También cerveza. Música tropical en un auto  con un fenomenal estéreo.
Una piba le escribe a alguien por celular. Gesto serio. Parece que no es la respuesta que esperaba mientras vigila a la nena que anda en bicicleta.
Alguien riega la vereda, dos gurrumines juegan al fútbol con arcos improvisados con ladrillos en el medio de la calle. Se escucha un grito de gol, los brazos en jarra del arquero.
El verano es clemente, por ahora.
Desando cuadras, me dejo acompañar por la brisa entre los álamos.
El colectivo frena en la parada y se desprende de caras agotadas.
No hay clima de fin de año. O es uno, al que estas fechas le son esquivas.
Ni Felices, ni Fiestas. Ni hablar del jo, jo, jo.
Diciembre y sus días.

Ofensiva

Diciembre, sus saldos hacia la nada. Un almanaque atorado en el cuerpo, la desconfianza absoluta en el clima festivo.
En el país de la ferocidad propone la licencia para matar y siguen los femicidios.
Un pibe se suicida, deja una mochila repleta de currículums. Defina desesperación. 
Ayer, nos tocó ir a ver al chico que se suicidó en la línea E. Ya llevo bastantes pero este era distinto, dejo la mochila en un costado y el documento arriba (para que se lo identifique), y esperó hasta que pase el Subte. Tenía 21 años y varias fotocopias de su CV en la mochila.

— Nicolas Vidal (@NicVidaal) 30 de noviembre de 2018

La noticia me acompaña desde hace días y deja la pena, que amenaza quedarse más de la cuenta. Inmoviliza. Quizás es lo que se busca. La ofensiva del desánimo.
Salir de ahí. O intentarlo. Dejar en repeat “Amor” de los Decadentes de acá a fin de año y acallar el insufrible jo jo jo.

Mientras tanto, reviso viejos textos. O intento, en esto de porfiar en la escritura, aunque coincida con Bolaño que está entre las lecturas pendientes.
“Escribir no es normal. Lo normal es leer y lo placentero es leer; incluso lo elegante es leer. Escribir es un ejercicio de masoquismo; leer a veces puede ser un ejercicio de sadismo, pero generalmente es una ocupación interesantísima.”#RobertoBolaño

— Eva Reed (@lecturaerotica) 16 de mayo de 2018

Saldar cuentas


La fiebre cedió. Sudor frío al despertar y esa voz que no se callaba en mi cabeza, fluía libre, acaso el hilo que falta para una novela inconclusa. O quizás es demasiado prematuro apostar a un murmullo que apareció cuando estaba convaleciente.
¿Escribir es un estado febril? ¿O solo se trata de planificación, de corte y confección cual cirujano exitoso? Ambas opciones (y tantas son válidas), aventuro.
Duele el cuerpo, memoria imprecisa de domingo al abrir los ojos. El barrio en silencio, la gata ronroneando en mi oído. Necesita ir al baño. Tiene cara de “dale o te dejo mi sello acá”.
Descubrir a Neuman y su “Fractura”. Hermosa novela. “los que aparecen ante mí son los que miran con desánimo las vías. Gente rota que, aunque se retuerza y pelee, ya ha sido arrojada a una fosa de la que jamás podrá escapar”, cuenta el protagonista citando a Tamiki Hara. A propósito, qué descubrimiento la literatura japonesa, muchísimo más allá de Murakami.  
Creo que le he escrito con anterioridad.
O esta cita, pensando en hechos recientes: “Él hablaba un francés lleno de síes y escaso de noes. Eso aquí se nota enseguida, porque vivimos dando negativas y refutando al vecino. Para comunicarnos con alguien, necesitamos discrepar. Discrepar y protestar. Yoshie me lo decía a menudo. Que en Francia la protesta es una forma de felicidad. Como para él esa actitud resultaba inconcebible, me llevaba la contraria con asentimientos parciales. Eso me confundía. O peor, me permitía entender lo que deseaba entender. Él me reprochaba que mis respuestas fuesen siempre tan tajantes. Que no supiera expresarle mis negativas con más tacto. Esa ausencia de ambigüedad, digamos, lo despechaba. Creo que la percibía como una cierta falta de amor”.
Novela sobre el amor.“Cuando surgieron las primeras tensiones, nos asustamos mucho. Jamás habíamos tenido la menor discusión, así que ninguno de los dos tenía idea de cómo reaccionar. Llegué a pensar que aquello era el fin. Error. Aquello era el auténtico principio. Sin máscaras ni fantasías. Él y yo. Una pareja. Dos tontos. El amor”.
De algún modo, esta publicación se desvió a Neuman. Quizás porque estuve todo el día en la cama leyendo, afiebrado, adormilado y sudando quejas a través del cuerpo, que me dio una tregua y permitió levantarme.
Retomar la novela. Sentarse y escribir. Arremangarse y revisar desde los cimientos, demoler lo que haga falta. Y no lo escribo pensando en la figura del escritor atormentado. La detesto. Sentarse y escribir para saldar cuentas. Conmigo, con los personajes que han quedado boyando por ahí, con la historia. Y si no se puede, o no convence, al menos darle un cierre digno, aunque la obra no vea la luz. Nada peor que borradores inconclusos.

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Santiago, el grito en un río helado

Septiembre demorado I

Se demora septiembre. No hay muchachas en flor ni hombros dorados por el sol. Faltan las sonrisas cálidas y miradas brillantes, las promesas de pieles a punto de incendiarse gracias a los favores de Cupido o el perfume que hace la vida un poco menos hostil. Falta la vida y sobra la muerte, como sobran las mentiras por televisión.

Se demora septiembre y el frío se queda con las certezas. Me corrijo, arrincona la esperanza, arroja un velo sombrío sobre la Patagonia y dispara las preguntas. Pienso en ellas mientras te espero y el viento le da una mano al bastidor, para secar la serigrafía en el taller improvisado en plena calle.

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