«Lo primero que tiene que saber el que va a escribir es cuál es su meta, con qué material se debe meter o puede meterse. Cada uno debe saber cuáles son sus limitaciones, decirse: no me puedo meter con este material, porque no lo puedo manejar. No todos los materiales son para mí. Yo debo saber que un tema me va a convocar y que se va a imponer sobre todos los demás. Es como elegir cualquier otra actividad de la vida…
Zona de colaboraciones: “Los viejos”, de Cristian Carrasco
LOS VIEJOS
I
La vejez
tiene poco que ver
con la edad
un cuerpo entrado en años
habitado por una conciencia
que vive plenamente
libre para elegir su rol en el mundo
sin miedo a la novedad
no es un viejo
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El colectivo abandonado
Por fin llovió. Las nubes plomizas están a punto de aplastarme. Alicia se echa a mi lado agitada. A pesar de los años, insiste en acompañarme y disfruta del paseo.
Llego hasta el colectivo abandonado, en ese punto de la ciudad donde comienza el campo y la frontera desdibuja límites, da pie a los interrogantes, profundiza los secretos.
Aproximaciones al mar VI
También la arena bajo los pies, mi desconfianza en las mareas, noches o mañanas incendiarias que la edad nos permitía.
No faltaba el té blanco en el desayuno y la única condición era desconectar los teléfonos. «El Yin Zhen se recolecta cuando nacen los primeros brotes, por eso es tan preciado, dejate llevar por el aroma».
Plegarias
Y este blog sigue, entre tropiezos, pausas y versos, buscando la magia que sirva de pretexto para evitar una clausura definitiva. En el intermedio, lecturas y más lecturas. El azar de compartir en una red social versos de Jorge, el ganarme de mano en un primer contacto, sus libros, el intercambio sobre los blogs y su (in)utilidad.
A qué viene la noche si no es buscando pájaros
Orden del día
A qué viene la noche si no es buscando pájaros. Sobre la profundidad que abraza mi balcón, asisto sin palabras a la marea ciega y astuta, sus lápices infatigables, el pausado latido concéntrico de su corazón.
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Palmas en la calle
El sol entibia la mañana, despeja el frío. O lo intenta. En la radio, información recurrente sobre una pandemia que no da tregua.
Zona de colaboraciones: fragmento de “Gil Wolf”, de Humberto Bas
¿Cómo fue con Gil Wolf?
¿Cómo…?
Nada puede saciar mi curiosidad; ni la explicitación detallada de cómo fue con Gil… Si algo se aproxima es intentando seguir sus huellas yemales, salivales, seminales; rasqueteando las hendiduras por donde anduvieron sus manos y su…
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La pintada
La tarde agonizaba pero el ramo de flores resaltaba como un moreno caminando por un barrio de blancos en una novela de Faulkner. Vi mi cara en el reflejo: pelo desalineado, ojeras de insomnio y un leve rubor en las mejillas. Tomé coraje y toqué timbre.
Felicidad clandestina
Abrir la ventana. Invitar al olor a lluvia a desparramarse por el interior, que recorra espacios, renueve el aire mientas el agua golpea el techo en la galería.
Inusitada humedad y aguacero, como un desmesurado año que recordaremos.
El lujo de mi zozobra emocional, bajo techo y sin necesidades.
«Al llegar a casa no empecé a leer. Simulaba que no lo tenía, únicamente para sentir después el sobresalto de tenerlo. Horas más tarde lo abrí, leí unas líneas maravillosas, volví a cerrarlo, me fui a pasear por la casa, lo postergué más aún yendo a comer pan con mantequilla, fingí no saber dónde había guardado el libro, lo encontraba, lo abría por unos instantes. Creaba los obstáculos más falsos para esa cosa clandestina que era la felicidad. Para mí la felicidad siempre habría de ser clandestina. Era como si ya lo presintiera. ¡Cuánto me demoré! Vivía en el aire… Había en mí orgullo y pudor. Yo era una reina delicada.
A veces me sentaba en la hamaca para balancearme con el libro abierto en el regazo, sin tocarlo, en un éxtasis purísimo.
Ya no era una niña con un libro: era una mujer con su amante». (*)
Lectura como felicidad clandestina.
Mascotas que ya hicieron su recorrida y se aprestan a dormir bajo el sonido de mis teclas.
Escribir con las gotas golpeando el techo de chapa, banda de sonido que presume temporal.
Los primeros mates. Rituales para apuntalar la vida. La lluvia que cesa y mi acierto de buen pronosticador.
Pandemia, un día más.
(*) Fragmento de Felicidad clandestina, en Felicidade clandestina y Onde estivestes de noite, Clarice Lispector, 1971, Traducción: Marcelo Cohen y Cristina Peri Rossi – Edición digital.