Neuquén, martes 3 de abril de 2007, por la mañana
Otro día más de reclamo. Mi compañera sigue de paro y las posiciones son encontradas. Mi empleo transpira rutina por todos lados. Mejor, me permite repensar mis prioridades. Mi hija sigue creciendo. Casi seis meses y una sorpresa diaria: una mirada, una sonrisa, un “ta” de vez en cuando, el bálsamo de estos días agitados. Radio Universidad CALF cuenta todo, con el oído donde debe estar.
Miércoles 4
Las esperanzas de diálogo parecen esfumarse. Debo cambiar de trabajo: la prisa del diseño es irreconciliable con las pausas de la escritura. El paro continúa. Las y los docentes cumplen con el corte de ruta para Semana Santa, acaso la única posibilidad de ser escuchados. Miro a mi mujer que abraza a nuestro bebé: el gobierno difunde cifras falsas sobre salarios.
Los maestros hacen volanteadas y cortes esporádicos en los puentes carreteros, muchos critican la falta de “libre tránsito”. Es un triunfo del menemismo: cada uno piensa en su propia mezquindad.
Estalla la represión en Arroyito, se habla de heridos graves. La televisión muestra una avalancha de gases, caza de maestras y maestros por los campos. Hay concentración en el monumento a las diez. Mi compañera acude a la convocatoria. Yo sigo las noticias por Internet mientras finjo trabajar y pienso en mi familia. La radio, mensajes de teléfono, chats, la necesidad de conocer qué pasó, el temor al peor desenlace. Porque algo iba a pasar, se sentía en el aire. Los cortes en los puentes carreteros son totales.
Jueves 5
Que de santo no tiene nada. Los medios reflejan la represión indiscriminada y es inevitable el recuerdo de Teresa Rodríguez y otra lucha, diez años atrás. Se confirma la muerte de Carlos Fuentealba. El gobernador Sobisch reconoce que dio la orden para desalojar las rutas. Regreso del trabajo y beso a mi hija. Mi compañera está conmovida por la muerte de un colega. Me cuenta todo a borbotones. Hay angustia en su mirada, hay bronca en Neuquén.
Viernes 6 de abril
Los medios nacionales desembarcan en la Patagonia. Se suman las voces de dolor y la tristeza nos invade a todos. Radio Universidad CALF y y un relato conmovedor de un Vía Crucis de los barrios, en el oeste neuquino, culmina en el CPEM 69, la escuela de Fuentealba. Se pegan nombres de mártires en la cruz. El cura, invita a quitarlos, romperlos en pedazos y repartirlos entre todos, para no olvidar, para llevarlos en el corazón. Y se cuelgan guardapolvos de docentes y enfermeros. Otra Iglesia es posible.
Se convoca a un acto en el puente carretero, allá vamos. Mucha gente. Circula un texto de Mex Urtizberea, publicado en “La Nación”. A los maestros no se les pega, escucho. Mi hija tiene hambre y mi compañera la amamanta en una silla que no es de nadie y es de todos. Sobra solidaridad en el puente. Y alivia la desolación.
Entrada la noche, volvemos a casa. Nos quedamos en una esquina oscura charlando con unas docentes, hay una necesidad inmensa de hablar. Circula un auto muy despacio y nos miran desde adentro. La ciudad duerme los restos de una jornada agitada. Bajo las fotos y los videos a la compu. Tengo que escribir sobre esto.
Sábado 7 de abril
La conmoción continúa. En un gesto egoísta nos refugiamos en nuestra hija, como intentando recargar fuerzas. Viene mi hermano de Santa Rosa, a cubrir para Plan B la marcha del lunes 9. Hay un paro nacional y el gobernador tan exultante como siempre. Da náuseas.
Domingo 8 de abril
Domingo de Pascua. No se nota. Volvemos al puente por la tarde. Mi hermano hace unas notas para la radio y nos topamos con la historia de Marcela, testigo privilegiada del asesinato de Carlos Fuentealba. Es estremecedor su relato, ella continúa en el puente, “no puedo estar en casa”, se excusa. Nos revela que conoce el rostro del asesino, que vio cuando se levantó la visera y disparó. Temo por su seguridad pero no le digo nada. “¿Tenés miedo?”, pregunta Juanjo. “Sí”, contesta ella. Admiro su valentía.
Lunes 9 de abril
Treinta mil personas exigimos la renuncia del gobernador. Marchamos por las calles y mi hija se inquieta con los bombos, pero sabe que lo hacemos por ella, por nosotros, por Carlos a quien no conocí. Le tapo los oídos con algodones y se duerme contra mi hombro. En el Banco Nación, los empleados están todos afuera y saludan la marcha con aplausos. Emociona.
Termina la manifestación y voy al trabajo. Algunos parecen no enterarse de nada, otros escuchan testimonios del acto por la radio. La radio, siempre la radio, me doy cuenta que ha sido una compañera más durante horas. Es un día gris y una tristeza solidaria se arrima a una tarde que no termina de acomodarse sobre la ciudad.
A quince años del asesinato de Carlos Fuentealba, recupero estas líneas de aquellos días intensos.
P.D: Si de acercamientos literarios se trata, recomiendo Campera Violeta, de Humberto Bas, publicado en Viento del Sur.