Colegio Don Bosco, 17 horas, tarea incansable de voluntarios y voluntarias. Celeridad. Filas y filas de personas sentadas que esperamos una segunda dosis. De vez en cuando aplausos.
Pasó apenas media hora, me toca el vacunatorio dos. “¿Cómo les fue con la primera?”, pregunta una de las vacunadoras. “Tengo una mala noticia, los síntomas se repiten”, bromea. Alguien pregunta por tomar alcohol, “sé que hoy juegan Boca y River, pero un vaso, no se pasen”.
Un pinchazo apenas y en el mismo brazo, el menos útil por si hay molestias posteriores. “Yo no, prefiero el otro -dice una señora- para tener un huevo en cada brazo”. Risas. La certeza de que es el lugar donde hay que estar, para terminar con esta pesadilla. “Para volver a ser felices”, pienso bordeando un discurso de púlpito. Me lo creo, a pesar de, desoyendo a, optimismo pos vacunado.
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