El sonido de las teclas

Caro teclea rápido. Hosca en las mañanas, está enojada con su padre por no haber resistido a la muerte y dejarse vencer por una sensibilidad vana en un mundo de fieras y cazadores.

Un café recargado y varios minutos en silencio parecen ser la medida justa para entablar algún diálogo que no sea respondido con gruñidos o monosílabos. A pesar de sus tatuajes y el negro en la vestimenta, abraza y protege. O atenaza y destruye, como si tuviera dos personalidades.

Caro programa y se siente segura entre códigos indescifrables para buena parte de los mortales. Es su arma secreta, su coraza exterior, su mundo donde sabe controlarse y se mueve con impunidad.

También es una lectora caótica. Descree de las recomendaciones y se deja llevar por las tapas. O por las caras de las autoras. Casi siempre son autoras. «Si hay voces válidas son las nuestras. El tiempo de ustedes ya pasó», desafía. Sonrío y no recojo el guante. No me lo reconocerá pero se ha llevado algún chasco en con las lecturas. Y cálidas sorpresas.

Últimamente le ha dado por la escritura. Lo prefiero a que se siga escribiendo la piel. El último tatuaje fue un cuerno de rinoceronte: «Me recuerda a los tiburones, es majestuoso y come plantas», dijo cuando le pregunté.

Caro mueve los dedos y se tiñe el pelo de rojo, como si lo necesitara para continuar. De largo hasta los hombros, se lo recoge con una lapicera hasta que se le cae y repite la ceremonia. Por ahí se te queda mirando a los ojos y temo preguntar. Sabe que me incomoda y entonces sonríe, para volver al sonido de las teclas y símbolos que no entiendo. Todavía no sé por qué vuelve o qué vio en mis manos que huelen a peón de imprenta. Pero es lindo encontrarnos en casa.

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7 opiniones en “El sonido de las teclas”

  1. Pues Caro ofrece lo conocido, el remanso de paz dentro de su propio aparente caos, que no es tal. Esas notas de teclas, como murmullo de mar. Más que razones para regresar, seguro.

    Un abrazo

  2. ¡Qué buena descripción! He podido ver a Caro. La he visto en una millennial inventando un nuevo modo de ser mujer; la he visto en una adolescente centennial que nace con un necesario espíritu reivindicativo de un nuevo que a veces le impide ver qué necesitamos conservar del viejo para construir un espacio mejor. Siendo ambas, en Caro veo una feminidad cargada de lo masculino que rechazan, en ese cerrarse a la emocionalidad. ¿Será que es precisamente la sensibilidad lo que puede salvarnos en este mundo de fieras y cazadores?

    Como siempre, Horacio, tu texto me abre multitud de posibles conversaciones, de tanto que contiene. Y, también como siempre, escrito con una belleza y sensibilidad que, aunque ya nos tienes acostumbrados, no deja de asombrarme.

    ¿Y dices que te andan esquivando las palabras? Ojalá se me resistan igual que a ti.

    Un beso enorme

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