Ayer llegó a casa Los álamos cantan en el viento, del poeta Jorge Curinao, de Río Gallegos, en una antología que publicó Espacio Hudson.
Sin ánimo de hacer una reseña, porque la poesía es una cosa seria para quien suscribe, en sus versos se reconoce el sur, la soledad, el viento, el regreso a lo que alguna vez fuimos y olvidamos en el camino:
Si los días se repiten siempre igual habrá que hacer un pacto con la vida dar vuelta el cubrecama y hablar con el niño que viaja detrás
El viento, la Patagonia, la soledad:
“El viento nos recuerda que la soledad es cosa seria”
O este poema, Naturaleza
Quiero llorar pero no sé por dónde empezar Lo más triste es encontrar el camino, perder las preguntas
En Bahía, la dedicatoria. Por que, al fin y al cabo, todos le escribimos a alguien.
Bajo los pliegues de una hoja en blanco corre un río transparente que lleva tu nombre.
Y si le escribimos a alguien, a veces es necesario reconciliarse o soñar con el mar:
"Si pudiera enlazarme con mi huida. Escuchar mi angustia, mentirme un poco. Me pregunto y quisiera saber de qué se trata eso de proyectarse hacia el vacío: por qué la palabra no me aborta. Y dónde se forma el silencio, donde la región de la sed. Y por que tener que morir llorando. Es necesario abandonar la noción de verdad. Reconciliarse con el mundo. No perderse de vista. Es necesario soñar con el mar".
O insistir, para ser poeta, hay que insistir, leo en Tributo.
Insistamos en el canto. El arte de los náufragos consiste en dar vuelta el sentido de las cosas.
Mil gracias por los libros, Jorge. Y por la poesía.