Acerca de las gratitudes

¿Tenemos la oportunidad?, ¿Nos hicimos el tiempo suficiente? ¿Pudimos devolver todo lo que nos dieron a quienes estuvieron a nuestro lado? Los agradecimientos, saldos pendientes y la solidaridad son algunos de los temas que se abordan en Las gratitudes, de Delphine de Vigan, novela sobre los vínculos y la tercera edad.

En la narración, Michèle Seld —Michka— vive en su casa. Se maneja por sus propios medios, recibe visitas de vez en cuando y lee a diario Le Monde. Con un pasado de correctora y editora transita su vejez con calma. Hasta que un día no puede moverse. Y ya no puede vivir sola.

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“Demasiado lejos” y tan cerca, la novela de Malvinas de Sacheri

Agoniza marzo. Dos mozos observan la represión en Plaza de Mayo desde Casa Rosada. Hacía tiempo que no se veían cosas de estas, dice uno de ellos.

Así comienza Demasiado lejos, de Eduardo Sacheri. Novela que entrelaza la vida de tres familias, un equipo diplomático cuatro parroquianos, dos mozos en Casa Rosada y la Junta Militar en una sola causa: recuperar Malvinas.

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Un triciclo contra una locomotora

Ernesto milita en el ERP y Antonio, el Cabezón, en Montoneros. El primero integra el comando Ho Chi Minh y está clandestino. El segundo, en una Unidad Básica de Combate (UBC), sin clandestinidad total y con trabajos en la superficie. Amigos desde la infancia, necesitan verse de vez en cuando. A pesar del peligro y de que no es seguro.

Nosotros dos en la tormenta, de Eduardo Sacheri, retrata la década del setenta. Personas de a pie, militantes comprometidos y otros que que viven en su mundo, pero que no pueden escapar al torbellino de una época convulsa.

Ambientada en 1975 y dividida en las estaciones del año, la novela transita entre las actividades de las células guerrilleras y la vida cotidiana. Para Antonio —en algún momento— la alegría y la esperanza de un mundo más justo, ya no es completa. Y entonces duda.

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Comer tierra y que los ojos se acostumbren a ver

En Cometierra de Dolores Reyes, la pobreza se palpa. También el asesinato de mujeres, chicas jóvenes que solo les importan a sus familias. Y también está ella, flaca, de pelo largo y que traga tierra para adivinar qué les ocurrió a las olvidadas.

«Yo agarré tierra de la lata y me la fui metiendo en la boca. La casa se me oscureció como si la hubiesen tapado con una tela negra. Tuve ganas de prender la luz para que no nos tragara la noche que la tierra había desplegado alrededor nuestro. Tan oscuro todo, tan un pozo profundo al que nunca llegaba la luz del sol, que bueno no podía ser. Cuando estaba a punto de parar, de abandonar por el miedo y abrir los ojos, empezó a irse la oscuridad, como si alguien estuviera prendiendo velas, una atrás de la otra, y los ojos se acostumbraran a ver».

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“Recibimos visitas, mejor andá a dar una vuelta”

Recibimos visitas. Recién se fueron. Mejor andá a dar una vuelta. Tres oraciones que confirman una cotidianidad violenta. Cuándo el cerco es inminente, ¿Se puede pedir ayuda a quien convive con el poder? Lo mismo se pregunta Francisco Amaro Villafuerte, delegado gremial, periodista e intelectual de eizquierda, en el gélido invierno de 1976 en Argentina, meses después del golpe de Estado.

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Una belleza simple

«Paseo por el bosquecillo de bambús.
Estamos a principios de marzo. En la sombra, quedan restos de nieve aquí y allá. Camino lentamente sobre la tierra húmeda. Las camelias rojas de corazón amarillo aparecen entre los viejos bambús de color verde grisáceo. Es una belleza simple y serena que adoro desde que era niña.
Heredé este terreno de mi padre, junto con la casa y los campos que están más arriba. Siento un gran apego por este lugar salvaje y tranquilo y me gustaría dejarlo tal cual está. No obstante, es hora de limpiarlo para sembrar nuevos bambús. Si no, se convertirá en una maleza impenetrable y la operación al final resultará muy cara, así que debo actuar pronto.».
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Sucede la vida

En Eso que pasa mientras, novela de Carlos Salgado, sucede la vida. Hugo vive con Mili, su hija de seis años y se lamenta la pérdida de Abela, su mujer. Docente y papá, transcurre sus días dando clases y atento a las necesidades de su pequeña, el centro del mundo.

Junto a Sebas y William, un enigmático colaborador, sostienen la revista El viento, con artículos sobre Filosofía e Historia, una suerte de radar y refugio contra la cotidianidad y un mundo hostil.

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Un mosaico de resignificaciones y una historia oriental en Patagonia

Guiños a a Kabawata y sus bellas durmientes, una poética de la escritura y una narrativa que hurga en los intersticios del lenguaje para consolidar una pulida historia, son los cimientos de La casa un tiempo equis, de Hernán Lasque, novela breve editada por Ediciones de La Grieta.

Ambientada entre Plottier y China Muerta, el protagonista vive en una pensión que no es una pensión, bajo el embrujo sensual de Kyoko y Mei, mientras escribe su primera novela en un cuaderno, acompañado de un maniquí.

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Junta dos cosas que no se habían juntado antes y el mundo cambia

«Juntas dos cosas que no se habían juntado antes. Y el mundo cambia. La gente quizá no lo advierta en el momento, pero no importa. El mundo ha cambiado, no obstante». Así comienza Niveles de vida, de Julian Barnes.

Dividida en El pecado de la altura, En lo llano y La pérdida de la profundidad, la novela nos sumerge en los retos de los primeros vuelos de globos aerostáticos, la elevación del llano a través del amor y las pérdidas amorosas o irreparables.

En la primera de sus partes, se narra los deseos aventureros que querían conquistar el cielo con sus globos aerostáticos. «La primera ascensión de la historia en un globo de hidrógeno la realizó el físico Jacques Charles el 1 de diciembre de 1783. «Cuando sentí que me alejaba de la tierra», comentó, «mi reacción no fue de placer, sino de felicidad». Fue «un sentimiento moral», desliza una voz que emparenta las historias de quienes participaron en los primeros vuelos como Fred Burnaby, miembro del Consejo de la Sociedad Aeronáutica, la actriz Sara Bernhardt, Félix Tournachon (también conocido como Nadar, por sus trabajos fotográficos) y otros aeronautas como los hermanos Godard.

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Primavera en un solo acto

Primavera en un solo acto

Estaba pintando la pared de la casa, situada a orillas del río Limay. De aguas muy claras y profundos; como hay pocos. La costanera angosta y sinuosa llegaba hasta la toma de viviendas precarias, vestidas de octubre gris. Apenas unas flores de retama iban comenzando a adornar los techos. Los álamos, erguidos, marcaban territorio.
El terreno estaba cercado. Era árido, con tierra suelta y arenosa. El viento insaciable le traía pimpollos rojos y le robaba semillas que se iban perdiendo en las costas. Batallaba contra la meseta, solitaria y poderosa. Allí el sol se ponía muy tarde. Se le habían quemado las manos cuando levantó la tapa del tanque de agua. Y el último invierno lo había pasado sin salamandra.

Cuando los sauces comenzaron a verdear, ella decidió irse. Él la alcanzó a ver entre los que lloraban más que nunca, mientras subía a la balsa. Sólo le dejó una nota que decía que no quería luchar como Don Quijote.  En octubre, los frutales enquistados en el valle,  seguían siendo víctimas de las heladas matinales. Un manzano muy bajo iba echando al mundo sus primeros hijos y un ciruelo gigante imponía su carácter. Se acordaba de Lina y de Roberto y de Lucho y Marina, luego del festejo de la bajada en canoa. Era celeste, medio despintada, de madera blanda y noble.
El día del ciclón, alguien que pasaba por ahí le preguntó si seguía con la idea de quedarse. Él, sin responderle, juntó los restos de unas flores castigadas y se las regaló. Luego entró a la casa; se acercó a la salamandra y avivó el fuego. Se fue a dormir temprano. Al día siguiente iba a arreglar el cerco de las rosas.

El cuento integra el libro “Vertiginosamente”, de Beatriz Mezzelani, de Neuquén capital, “un registro de elecciones sucesivas a través del tiempo; ése que nos suele jugar malas pasadas”, se manifiesta en la contratapa.

Con textos anclados en lo real y otros fantásticos donde lo extraño irrumpe en lo cotidiano, Beatriz propone un viaje vertiginoso. Primavera en un solo acto, De viajes y refugios, Benito Gómez, La sala “A”, El túnel, Desatino, Fotofobia, o Las luces y las estaciones, donde un tren avanza alocadamente y no se detiene en ninguna estación, forman parte de una travesía recomendable.

Acerca de la autora
Beatriz Mezzelani nació en Neuquén capital.
Ha publicado en antologías de la región y CABA. Por sus cuentos ha sido premiada en dos oportunidades. Algunos de ellos se han publicado en revistas on line y sitios web. Varios de sus textos breves fueron seleccionados para participar en la categoría de Escritora lectora en el Congreso Internacional de Minificción, realizado en la Universidad Nacional del Comahue en 2016.
Actualmente trabaja en la producción de una obra sobre su ciudad natal.