Los seres alrededor de una hoguera quieren tener esperanza

«Sabe la llanura que un manojo de signos no es más que el desierto regresando del fuego», escribe el poeta.

La poesía y la necesidad de esperar una forma de belleza, ante la aridez de lo cotidiano, poblado de mercaderes, hipocresía y egoísmo.

La poesía para nombrar el lado bueno de las cosas. Que las tienen, aunque sean difíciles de descubrir.

Una imagen del agua

Sumergido entre flores
del Japón
en un estanque
oscuramente verde
-aguas quietas, encantadas
Por la ausencia de fragmentos y ruidos-

por alguna razón
que huir
también es
una forma
del oxígeno.

El cuerpo
absorbe
como una cápsula
voces, rumores realmente ajenos

y los despide
transformados
por el agua del estanque
que hace su trabajo lentísimo.

Trato
de concentrarme en el pasto
que veré mañana
el rocío fresco
del alba

trato de esperar
una forma de belleza
y nombrar con serenidad
el lado bueno
de las cosas,
aquello que podemos oír
o tocar
-el grillo de la noche, los tallos silvestres-
apenas
con un suavísimo roce, el movimiento crucial.

Cierta hora

Sobre la larga llanura verde
sobre su extensísima superficie
frutos maduros están por caer
de las plantas y los espinos.

Nace una luz rosada
detrás del horizonte
que todo lo cubre,
incluso
los restos olvidados del corazón,
sus restos desperdigados
su parte más oscura. En medio de los sedimentos
y el vendaval, que han hecho una labor minuciosa,
la luz lo cubre
todo
después de los meses
de crudo invierno:

deshace la visión del día,
el espejismo de la razón.

Historia de la eternidad

Sabe la llanura que un manojo de signos no es más que el desierto regresando del fuego. Por alguna razón misteriosa, los seres alrededor de una hoguera quieren tener esperanza; la muerte era demasiado vasta y, por eso, como por arte de magia, sin trabajos ni muchos esfuerzos, sin fatigas ni hundimientos en la sombra, tenían todos los Seres allí reunidos -junto a las llamas que iluminaban la noche- una imagen que se parecía, casi de modo literal, a la primera visión de un dios.

Pasiones

Serena la lluvia que cae en esta mañana de la llanura. Los orígenes del fuego nunca se descifrarán, no obstante, con dulzura, con calma adquirida en las tormentas y los vendavales, una mujer sonríe, acaricia con dedos finos el cabello, la piel de un hombre que descansa, aligerado, en la tierra, cerca de una fuerza, no muy lejos del mar.

Los poemas son de La lengua de la llanura, editado en 2021 por Caleta Olivia.

Carlos Battilana nació en Paso de los Libres, Corrientes, en 1964. Entre otros libros, editó El fin del verano, El lado ciego, Presente continuo, La hiedra de la constancia, Velocidad crucero y Una mañana boreal. Su poesía reunida está en Ramitas, editado por Caleta Olivia.

Es docente universitario y coordina talleres literarios.

Escribimos en el camino

¿Escritura analógica o digital?. Las cartas como una forma de comunicación y la necesidad de hablar. También, una reflexión sobre la literatura y la creación literaria. Algunos de los temas que plantea esta novela.

Transcribo un fragmento.


«-Dicen que la gente miente más cuando escribe emails que cuando escribe cartas en papel. No me gusta la correspondencia digital. Prefiero lo analógico. Puedes tenerlas contigo, sacarlas y leerlas en cualquier momento y lugar. No es conveniente tener que encender el ordenador cada vez que quieres leer un email, no se siente el afecto y además es un desperdicio tener que pagar la factura de la electricidad aparte para escribir y recibir cartas. ¿Cómo es posible que incluso una actividad humana tan básica como escribir requiera las personas requiera dinero?… Además, lo creas o no, el carácter y la dignidad de las personas se manifiestan en su escritura. Mediante ella se puede obtener información vital del otro. Sé que lo digital es bueno y conveniente, pero nunca puede mostrar su valor sin la electricidad. No es fiable. Lo analógico es especialmente apropiado para viajeros como yo.

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El ahora de la lectura

Versos en diferentes poemas, anzuelos contra el bloqueo.

Leer poesía como una premisa contra la cerrazón de las palabras. Leo poesía y escribo, me dijo un amigo el otro día.

Leer para escuchar, leer para desembrujar, leer para romper murallas. El ahora de la lectura, como el ahora de la escucha, buscando algo para escribir.

«La persona que narra habita simultáneamente el tiempo presente de cuando habla y el tiempo de lo sucedido, además de experimentar la ruptura del ritmo entre los dos. Yo que pregunto y escucho, vivo también el ahora de la escucha, los recuerdos de mis tiempos pasados, cuando ya había oído parte de las historias, así como los varios tiempos futuros de la escucha de las grabaciones, de la lectura de las transcripciones y de la escritura», escribe José Henrique Bortoluci en Lo que es mío, hermoso descubrimiento.

El ahora de la escucha. Lo atesoro.

Satisfacciones

La primera mirada por la ventana al despertarse

el viejo libro vuelto a encontrar

rostros entusiasmados

nieve, el cambio de las estaciones

el periódico

el perro

la dialéctica

ducharse, nadar

música antigua

zapatos cómodos

comprender

música nueva

escribir, plantar

viajar

cantar

ser amable

Poemas y canciones, de Bertolt Bretch

Bajo el título de “Poemas y canciones”, esta antología digital recoge —en versión de Vicente Romano y Jesús López Pacheco— las mejores piezas de la actividad poética de Bertolt Brecht (1898-1956) incluidas en su producción teatral y narrativa, o publicadas como tales en libros o revistas.

La selección respeta los criterios cronológicos, de manera que el lector puede seguir la evolución del autor desde su etapa anárquica hasta las obras de madurez del exilio y la postguerra.

Un triciclo contra una locomotora

Ernesto milita en el ERP y Antonio, el Cabezón, en Montoneros. El primero integra el comando Ho Chi Minh y está clandestino. El segundo, en una Unidad Básica de Combate (UBC), sin clandestinidad total y con trabajos en la superficie. Amigos desde la infancia, necesitan verse de vez en cuando. A pesar del peligro y de que no es seguro.

Nosotros dos en la tormenta, de Eduardo Sacheri, retrata la década del setenta. Personas de a pie, militantes comprometidos y otros que que viven en su mundo, pero que no pueden escapar al torbellino de una época convulsa.

Ambientada en 1975 y dividida en las estaciones del año, la novela transita entre las actividades de las células guerrilleras y la vida cotidiana. Para Antonio —en algún momento— la alegría y la esperanza de un mundo más justo, ya no es completa. Y entonces duda.

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La forma de la mano

Francis Scort Fitzgerald, Gienn Gouid, Alejandro Magno, Marilyn Monroe, Leonardo Da Vinci, Ringo Starr, Rafael, Harpo Marx, Guillermo Vilas, Napoleón, Albert Einsstein, Lenny Bruce, Cole Porter, Iggy Pop, Carlomagno Judy Garland, Pablo Picasso, Charles Chaplin, Kurt Cobain, Diego Armando Maradona, Dick Van Dyke, Atahualpa Yupanqui, Peter O’Toole, Paul McCartney, Lewis Carrol, la inflamable Juana de Arco y la lista continúa hasta alcanzarlo a usted. Fueron y son miembros de una minoría. Una de las últimas minorías de la sociedad. Una minoría que se las arregla para sobrevivir sin ninguna organización, sin ningún tipo de poder colectivo, sin objetivos claros ni sentido real de la identidad común.

Tijeras, cuadernos, instrumentos de cuerdas, chequeras, ojales y botones, palos de golf, teclados varios, agendas, manijas, escaleras, video-games, pupitres, palancas de cambios, libros que siempre se hojean de atrás para adelante y revelan su final son algunos de sus enemigos.

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El resplandor del alba

Domingo, todavía no amaneció.

Por alguna razón la gata me despertó temprano. Ignoro dónde está ahora, pero desde hace días, ronda intranquila por la casa, como si se solidarizara con nosotros.

Afuera, desorientación. Tejido social hecho pedazos, apología de la crueldad, violencia de género. Podría seguir enumerando. De nada sirve. O sí. Lecturas a las que aferrarse:

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“Recibimos visitas, mejor andá a dar una vuelta”

Recibimos visitas. Recién se fueron. Mejor andá a dar una vuelta. Tres oraciones que confirman una cotidianidad violenta. Cuándo el cerco es inminente, ¿Se puede pedir ayuda a quien convive con el poder? Lo mismo se pregunta Francisco Amaro Villafuerte, delegado gremial, periodista e intelectual de eizquierda, en el gélido invierno de 1976 en Argentina, meses después del golpe de Estado.

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El ladrón

—No sé cómo explicarlo. Hay una especie de desfase entre lo que yo creo que es real y la auténtica realidad. Tengo la impresión de que dentro de mí, en alguna parte, hay una pequeña cosa oculta. Como un ladrón que ha entrado en una casa y se ha escondido en el armario. Y sólo de vez en cuando sale y altera mi orden y mi lógica. Como un imán que altera el funcionamiento de una máquina.

(Murakami, Haruki, “Crónica del pájaro que da cuerda al mundo”, Buenos Aires, Tusquets Editores, 2008., p.332)