Categoría: Mis textos
Santiago, el grito en un río helado
Septiembre demorado I
Se demora septiembre. No hay muchachas en flor ni hombros dorados por el sol. Faltan las sonrisas cálidas y miradas brillantes, las promesas de pieles a punto de incendiarse gracias a los favores de Cupido o el perfume que hace la vida un poco menos hostil. Falta la vida y sobra la muerte, como sobran las mentiras por televisión.
Se demora septiembre y el frío se queda con las certezas. Me corrijo, arrincona la esperanza, arroja un velo sombrío sobre la Patagonia y dispara las preguntas. Pienso en ellas mientras te espero y el viento le da una mano al bastidor, para secar la serigrafía en el taller improvisado en plena calle.
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—En realidad… fue idea del pibe, de Nicolás.
Aproximaciones al mar IV
Imagen: Pixabay
Aproximaciones al mar III está acá y los otros dos en este libro para descargar.
Aproximaciones al mar III
En lo alto está el Cielo, abajo está la tierra

—¿Cómo se hizo eso?
—Jugando a la rayuela
—¿No está un poco grande?, ¿Cuántos años tiene?
—Perdí la cuenta luego de los 65, ¿Por qué pregunta?
—Porque a su edad… debería hacer otras cosas. ¿La rayuela, me dijo?
—Sí. Con mi nieta. ¿Conoce el juego?
—Tengo alguna idea, sí. También sé que hay un libro, pero no lo leí. Quédese quieto que lo vendo, abuelo.
—Abuelo, las papas fritas. ¿Cómo que no leyó Rayuela?
—No tengo tiempo, abuelo. No me mire así: entre las recortes presupuestarios, las guardias y los turnos en el hospital, termino molido. No me diga nada, seguro que es un libro para pibes.
—Es un libro entre tantos libros, creo. Y sí, puede ser para pibes (y pibas)… de quince, veinte, treinta, sesenta.
—Quédese quieto le digo, que tengo que vendarlo. ¿Y cómo se juega?
—… A ver si me acuerdo: «la rayuela se juega con una piedrita que hay que empujar con la punta del zapato. Ingredientes: una acera, una piedrita, un zapato, y un bello dibujo con tiza, preferentemente de colores. En lo alto está el Cielo, abajo está la Tierra, es muy difícil llegar con la piedrita al Cielo, casi siempre se calcula mal y la piedra sale del dibujo. Poco a poco, sin embargo, se va adquiriendo la habilidad necesaria para salvar las diferentes casillas (rayuela caracol, rayuela rectangular, rayuela de fantasía, poco usada) y un día se aprende a salir de la Tierra y remontar la piedrita hasta el Cielo, hasta entrar en el Cielo… «, ¿entendió?
—No tanto, pero ¿hasta dónde llegó?
—Casi hasta el cielo, mire, pero sabrá que eso es imposible, ¿no?
—Si usté lo dice… Yo tomé la comunión, la confirmación y todos los santos que andaban dando vuelta por ahí. Ya está… trate de no caminar mucho. Ya que le gusta leer, léase algo, durante unos días y no le dé bolilla a su nieta. ¿Cómo se llama la mocosa?
—A mí me gusta decirle La Maga.
—Pero eso no es un nombre…
—¿Quién le dijo que no?
—Espere, abuelo… no se vaya, necesito que me firme esta planilla, ¿como me dijo que se llamaba?
—Y dele con abuelo… Julio, m´hijo.
(Texto ya escrito, con leves modificaciones)
Efímera tregua
“¿Desde hace cuántos días cae, serena y silenciosa, la lluvia de primavera?
Como de costumbre, preparé los pinceles y la moleta de escribir; sin embargo, por más vueltas que le daba, no se me ocurría nada que contar. Eso de imitar viejas historias es cosa de principiantes. No obstante, dado que mi vida es igual a la de cualquier humilde montañés, ¿qué otras cosas podría yo contar? Me han engañado en torno a los sucesos del pasado, tanto de la Antigüedad como de nuestros días, con el resultado de que yo mismo, a mi vez, engaño a la gente sin saber siquiera que tales sucesos fueron falsos. No hay remedio. Aun así, considerando que hay quienes contando ficciones consiguen que los demás las tengamos en mucho como hechos verdaderos, voy a animarme a seguir escribiendo historias mientras escucho cómo cae, incesante, la lluvia de primavera.”
Tablón a la deriva
“No pretendo excusarme, pero en aquel momento no me sentía con ánimo para juzgar si lo que hacía era correcto o no. Tan solo me aferraba a un tablón a la deriva y me dejaba arrastrar por la corriente. A mi alrededor todo estaba a oscuras, en el cielo no se atisbaba una sola estrella ni había rastro de la luna. Agarrarme a ese tablón impedía que me ahogase, pero no sabía dónde estaba, adónde me dirigía.”
Porque sí
Primavera
Hoy pude escuchar de nuevo aquellos discos. Sin que doliera o por lo menos sin que el dolor acongojara el pecho.
Las preguntas imposibles revolotean, las respuestas no. Quizás nunca aparezcan.
La congoja parece esfumarse. Ahora queda el nudo atorado, el que dificulta la respiración, de a ratos.
Allá el río, su corriente, el arrastre de los recuerdos.
Acá mis piernas cruzadas y el viento sobre la cara, rodeado de adolescentes , arrumacos y carcajadas.
Primavera a pleno. Destellos en mi oscuridad.
Harapos que revisan tachos de basura.
El lujo —caro— de mi tristeza.
El cielo rojo tras las bardas.
Una lata vacía. Voy por otra.
Salud.
A tu desmemoria.