La creación, pareciera, no es un destino envidiable. Hay que avanzar a ciegas, sin poder recuperar (o retener) el cuerpo, salvo como alien o muerto que retorna.
María Negroni, «El corazón del daño».
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Escribir, enfrentarse a un rostro que no amanece
Se escribe en soledad.
También, agregó Proust, se llora en soledad, se lee en soledad, se ejerce la voluptuosidad, a salvo de las miradas.
Hasta doblar las sábanas (algo tan nimio como eso), precisó Virgina Wolf, puede hechar todo a perder, ahuyentar la escucha silenciosa de la que surge toda escritura.
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