La tecla del punto se mueve inquieta en el teclado. No sé si es que pide a gritos una pausa. O que faltan pausas. Pero me mira. Nos estudiamos como dos jugadores de naipes que juegan sus últimas cartas. De redención o bancarrota.
La tecla del punto se mueve inquieta en el teclado. Algo quiere contarme. Y espero. Solo espero, como el viejo sentado en la vereda. Él habla por sus arrugas, la mirada mansa, las manos sobre el bastón, el perro a sus pies. Les sonrío al pasar y él devuelve el saludo, entornando los párpados.
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