Semillas y pastores (textos recobrados)

La helada y su crudeza. Puedo verla desde el ventanal empañado. Quien lo diría, la que no conocía la luz del sol hasta pasado el mediodía, ahora se despierta temprano. Escribo mi nombre en el vidrio y entreveo la maleza blanquecina. Y el cielo de un celeste pálido que invita a levantarse.

Consulto el celular: ofertas, horóscopo y un cliente que pide un presupuesto. ¿Qué estará haciendo Seba? Prometimos vernos a la tarde.

El patio refleja tu ausencia. Debiera reconstruir tu huerta, como debiera arrancarme esta pena que oculto porque mamá está más herida y hay que apuntalarla. Y reemplazar las botellas por jugos o agua, para que deje de rondar en las noches en la casa, arrastrando los pies, buscando respuestas imposibles para pérdidas definitivas. Decir que te extrañamos es una redundancia, como así también las puteadas a Dios por haberte llevado.

Ya no soy más que una casa deshabitada, no soy más que un pozo abandonado. Intento salir de ahí y subirme a una realidad que corre a velocidad distinta. Murakami y su pájaro que da cuerda.

Libro que retomé en estos días, luego de habértelo robado alguna vez de tu biblioteca, Papá.

Supongo que una no cae hasta que llega al fondo y para detener la caída me aferro al trabajo, Sebastián o mis diálogos con vos.

Definitivamente, no me dormiré de nuevo. La cocina está helada y me quedo por un instante viendo la llama azul mientras preparo los primeros mates.

Mamá todavía duerme.

¿Te conté que el televisor se cambia solo? Últimamente, está fijo en canales musicales, no importa cuál, solo basta el ruido para exorcizar el silencio, interrumpir un vacío. Y de pronto, Alejandro Sanz da paso a una voz impostada de alabanzas y oraciones, además de contribuciones para el templo.

Son momentos de fe dice un morrudo de traje y corbata y eleva sus brazos al cielo, agradece quién sabe qué cosa. El espectáculo se completa con testimonios de personas de apellido García, o López. Es decir nadie.

Aventuro que dirías que hay que creer en algo y no burlarse de la desesperación de los demás. ¿Pero, en serio las respuestas están ahí?. Pastores y una casa deshabitada, qué tránsito.

¿Cómo arrimarme a vos sin pena? Intuyo que en algún momento será posible, pero ahora no tengo más remedio que esta lucha desigual de diálogos sin respuestas, con un patio que parece un baldío y que necesita nuevas semillas.

Mamá se despertó. ¿Canturrea? Cierro la notebook y enciendo la cafetera. Bueno, puede ser una mañana diferente. Le voy a proponer que desmalecemos el terreno, que busquemos un puerto donde anclarnos y no encallar en los arrecifes de tu falta. Nuestra falta.

(Voces que quedaron afuera de Lo que queda, novela editada por Colisión Libros).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *