
En Cometierra de Dolores Reyes, la pobreza se palpa. También el asesinato de mujeres, chicas jóvenes que solo les importan a sus familias. Y también está ella, flaca, de pelo largo y que traga tierra para adivinar qué les ocurrió a las olvidadas.
«Yo agarré tierra de la lata y me la fui metiendo en la boca. La casa se me oscureció como si la hubiesen tapado con una tela negra. Tuve ganas de prender la luz para que no nos tragara la noche que la tierra había desplegado alrededor nuestro. Tan oscuro todo, tan un pozo profundo al que nunca llegaba la luz del sol, que bueno no podía ser. Cuando estaba a punto de parar, de abandonar por el miedo y abrir los ojos, empezó a irse la oscuridad, como si alguien estuviera prendiendo velas, una atrás de la otra, y los ojos se acostumbraran a ver».
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