Silba cada vez que las pelotas suben al cielo y caen en forma de malabares. A veces cambia de esquina, repasa rutinas, inventa otras. Las tres o cuatro esferas de plástico se niegan a tocar el suelo y acompañan su habilidad.
La indiferencia lacera. La contrarresta con trabajo, piruetas y una nariz de payaso.
Lo acompaña una mujer vieja abrazada a un termo roto y un mate. De vez en cuando lo aplaude y él agradece con una reverencia.
La cofradía de los nadies, el desafío al tráfico y los bocinazos.
Imagen de Charles Jennings en Pixabay
De pronto imaginé al malabarista escribiendo un cuento titulado "La cofradía de los nadies" hablando de los autómatas que van conduciendo coches, comunicándose con bocinazos y sin la capacidad de contrarrestar la indiferencia, ni con trabajo, ni con piruetas y mucho menos con nariz de payaso.
Un beso grande, Horacio
Pues me ha recordado semáforos en rojo de México D.F. Los malabaristas y comefuegos de nadies en acción para salir de la pobreza. Muy triste.
Un abrazo
Buen relato. Hace juego con algo que pinté hace mucho basándome en un personaje igual al tuyo, que también desafiaba el tránsito, los bocinazos (y alguna que otra puteada)
https://frodorock.blogspot.com/2016/10/el-ilusionista-de-la-esquina.html
Abrazos!