… y entonces lo que decíamos se parecía a un canto que quién sabe hasta dónde llegaría: la pampa es también un mundo hecho para que viaje el sonido en todas direcciones; no hay mucho más que silencio. El viento, el chillido de algún chimango y los insectos cuando andan muy cerca de la cara o, casi todas las noches menos las más crudas del invierno, los grillos.
Polvareda
Una nube de tierra se alzaba entre el suelo y el cielo limpio, celeste, bajo los rayos que caían con fuerza de plomo: llegamos uno de los últimos mediodías del verano. La polvareda puede parecer estática, puede parecer algo tan propio del cielo como el sol y los chimangos, pero no, si se levanta del suelo hay movimiento y si hay movimiento hay peligro: es preciso llegar a distinguir qué o quién la provoca, interrumpe la caída del polvo al suelo, lo mantiene en el aire, le pelea y le gana a la gravedad.
Belleza descriptiva y descripta. Estimulantes reseñas, Horacio. Se agradece la recomendación.
Abrazo.
…y si hay movimiento hay peligro.
Daría para una interesante conversación esa frase.
Gracias por tu reseña, Horacio. Insisto en que prefiero leerte. 😉
Un beso grande
Sin duda, con ese escenario, la novela promete. Gracias por compartir.
Un abrazo y que disfrutes de la lectura. Feliz martes
Gracias por la recomendación. 🙂 saludos.