Octubre, sus días fríos

Octubre sabe llegar con sus días todavía fríos.

El invierno que se resiste a quedar atrás. La primavera, su luminosidad.

No pudimos salvar a nadie, llegamos tarde. Los versos de un poema.

La poesía como tiempo de escucha, la pausa para vislumbrar lo que hay detrás del ruido cotidiano, para combatir lo roto.

El sueño nocturno deja huellas de un ancho camino de tierra, paralelo a las vías del ferrocarril. De un lado, la nostalgia de rieles oxidados, del otro, una cadena de eucaliptos.

¿Había una búsqueda?

Supongo que siempre la hay.

Afuera el bullicio sucio de la ciudad. Adentro, la necesidad de reparación.

Las primeras líneas de un día cenagoso.

En los libros debe haber un orden

Reviso unos borradores. Hay uno al que le tengo más fe. Pero no sé su comienzo. Y lo necesito para no continuar con la escritura fragmentaria, un anclaje que ordene o —al menos aparente— encausar el desorden de palabras que llegan a cuentagotas.

Mientras tanto leo. Siempre leo. Poesía y narrativa. La ilusión de que la lectura puede contagiar la escritura.

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El ahora de la lectura

Versos en diferentes poemas, anzuelos contra el bloqueo.

Leer poesía como una premisa contra la cerrazón de las palabras. Leo poesía y escribo, me dijo un amigo el otro día.

Leer para escuchar, leer para desembrujar, leer para romper murallas. El ahora de la lectura, como el ahora de la escucha, buscando algo para escribir.

«La persona que narra habita simultáneamente el tiempo presente de cuando habla y el tiempo de lo sucedido, además de experimentar la ruptura del ritmo entre los dos. Yo que pregunto y escucho, vivo también el ahora de la escucha, los recuerdos de mis tiempos pasados, cuando ya había oído parte de las historias, así como los varios tiempos futuros de la escucha de las grabaciones, de la lectura de las transcripciones y de la escritura», escribe José Henrique Bortoluci en Lo que es mío, hermoso descubrimiento.

El ahora de la escucha. Lo atesoro.

Descubrir esa huella

Domingo. Leo a Coetzee. El personaje, un profesor universitario expulsado de la universidad por abusar de una alumna, se refugia en el campo con su hija.

Es un ser detestable que no se arrepiente de sus actos, incluso piensa que está siendo injustamente castigado. Y su arribo al campo, coincide con más desgracias para su entorno familiar.

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“Demasiado lejos” y tan cerca, la novela de Malvinas de Sacheri

Agoniza marzo. Dos mozos observan la represión en Plaza de Mayo desde Casa Rosada. Hacía tiempo que no se veían cosas de estas, dice uno de ellos.

Así comienza Demasiado lejos, de Eduardo Sacheri. Novela que entrelaza la vida de tres familias, un equipo diplomático cuatro parroquianos, dos mozos en Casa Rosada y la Junta Militar en una sola causa: recuperar Malvinas.

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El Renault 4 (otro comienzo para «El porvenir es una ilusión»

La charla le llegaba a ramalazos. Debía irse del bar. Iba para dos horas que estaba ahí.

—Ahora se puede caminar más tranquilo.

El otro asintió y bebió un sorbo de café.

—Faltaba orden. Mirá que no le tenía mucha confianza.

—Y libertad—concedió y llamó al mozo con el brazo levantado.

—Dejá yo invito —dijo el más joven.

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Solos en América

Solos en América. Es ese disco y no otro el que me recuerda a vos. También el aroma de una crema que identificaría tiempo después. Curiosos los recuerdos.

Si lo pienso, más de una vez estuve atravesado por Miguel Mateos. Cómo no repetir hasta el hartazgo En la Argentina hacen falta huevos o Puedo acabar con el machismo argentino, ya lo vas a ver, ya lo vas a ver.

Pues siguen faltando huevos, y del machismo… qué contarte.

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Cosas con las que no podía reconciliarse

El mundo estaba lleno de cosas con las que no podía reconciliarse.

El cuerpo de un indigente hallado muerto en el banco de una plaza bajo varias capas de papel de periódico un día claro de primavera; los ojos apagados de la gente que viaja en el metro a última hora de la noche, mirando hacia otro lado mientras se rozan sus hombros sudorosos; el interminable desfile de coches sobre la autopista, con las luces rojas de los faros traseros encendidas un día de tormenta; los días que se suceden uno tras otro, arañados por miles de afilados patines de hielo; los cuerpos, que se desmoronan tan fácilmente; el intercambio de bromas tontas y endebles que se dicen para hacernos olvidar todo eso; las palabras que escribimos con fuerza sobre el papel para que nada quede en el olvido; y la fetidez que emana de esas palabras como espuma putrefacta.

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A tiro de un abrazo

Llegó en la madrugada. Cabizbajo, de herida abierta. Me había escrito unos días antes, si podía pasar unos días en el campo. Hacía años que no lo veía. Desde la muerte de Belén. Y ahí estaba, parado en la tranquera, esperando a pasar. «Te busco en la Terminal». No, prefiero caminar. Te mando un mensaje cuando llegue.

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Libros y más libros

Libros en el suelo. Libros sobre la mesa. Abiertos, rayados, intocables, manoseados. Propios y ajenos. Libros bajo la almohada. Regalados, prestados, robados, nunca devueltos, palabras que pisoteo y rescato, que atesoro y descarto, que desando y escucho, cual ronroneos gatunos.

Libros y más libros. Palabras y más palabras. Títulos con apuesta a la lectura, enunciados impostores, virtuales y vacíos como los pulgares en alto y otros emojis, o prometedores y necesarios como las voces amigas.

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