«La espera me agotó, no sé nada de vos» dejo caer los auriculares alrededor del cuello. Pato ladra pero no la oigo. Y pensar que no me gustaba. Igual que Cerati. ¿Cuántos años tiene? “Vive de prestada”, me advirtió el veterinario, casi como todos.
La tentación del desánimo, la escritura de la oscuridad. Un Presidente y su discurso vacío. Ex país, el punteo de la mañana, una lista de palabras que no termina de convertirse en texto.
El cielo azul entre los ladridos de los perros. “Ando bien, ¿usted?”, contesto mientras recibo a Beethoven, no por el músico, sí por la película. Es el último que retiro para su paseo.
Dejar ir la mente. La brisa en la cara, no sé si agradable, brisa al fin. Bocinazos, el colectivero que manda al diablo a los automovilistas. Nada que desconozcas.
El vaho de las pérdidas cloacales en el asfalto desdice a los anuncios millonarios por tevé. «Sentir algo», leo en una pared. Estamos todos muertos y no lo sabemos (filosofía muy barata del pesimismo). «No dejarse ganar por la desesperanza», recuerdo.
¿Cuaderno de notas o Diario contra la ferocidad? «Para escribir un diario hay que tener una seguridad del valor que tiene contar la vida propia que yo no tengo».Piñeiro, “Una suerte pequeña”. Debate estéril que mando al diablo con el coro perruno al gato que los desafía desde el árbol. Me mira a mí y luego a ellos, seguro de contar con un refugio contra la ferocidad. Le sonrío. Parece que él también. Al fin logro moverlos. Conocen el camino y la plaza es una tentación única.
¿Contar en primera o tercera persona? La primera acerca, la tercera aleja, (otra vez Piñeiro). Tus pies sobre la arena, el mar como decorado, la piel desamparada, conmovedora, erótica. Pispear para desvelar, espantar lo irreparable. O intentar resignificarlo. ¿Pararse desde ahí?
Pato me ladra y se pega a mí. Sabe que dialogamos y aporta su opinión con un lengüetazo cálido en mi mano. Los perros se mueven a mi alrededor y hurgan en el territorio, los dejo ser. Uno que otro me arranca una sonrisa. Los animales y sus reparaciones.
La hora del regreso. La brisa que más que brisa ya es un viento impertinente. «Sentir la Patagonia», decías. Dejarse de rodeos, primera o tercera, la escritura «como respuesta a» y «a pesar de», la contención de un dique, la relevancia de las fisuras por donde se escaparán las palabras.
Imagen: Pixabay
Aproximaciones al mar III está acá y los otros dos en este libro para descargar.
"Sentir algo" y tratar de describirlo. Creo que lo hiciste. Y muy bien.
Abrazo.
Te leo y me siento medio intrusa en tu mente, como leyendo tus pensamientos. Salvo que en esta ocasión, deduzco que con tu permiso.
Y me dan ganas de quedarme en tus pensamientos, como un lugar donde siempre es posible sentir algo.
Un beso grande
Al menos de las fisuras se escapan palabras, al menos algo de todo lo que bulle dentro se purga. No es poco
Mi tentación del desánimo se desvanece cuando leo algo que me gusta.
Saludos.
No se en qué estaba yo allá por el 2018, pero seguro estaba perdido en otros mares. Por suerte llegué a esta playa.
Me gusta el personaje que elegiste para esta historia. Grande Pato, grande Beethoven el de la película, grande Cerati.
Abrazo