Recordatorio a Sergio Ávalos

En 2017, el dramaturgo Alejandro Finzi realizó un taller literario en la Universidad Nacional del Comahue y la propuesta final de trabajo, fue la producción de textos en homenaje al estudiante Sergio Ávalos.

Sergio estudiaba en la Facultad de Economía y Administración y el 14 de junio del año 2003 fue a bailar al boliche “Las Palmas”. Alrededor de las 3 de la mañana, fue la última vez que se supo de él. Su caso es emblemático en Neuquén, porque nunca hubo una respuesta de las instituciones del Estado sobre quiénes desaparecieron a Sergio.

Comparto las palabras iniciales de Finzi, en la lectura final de los trabajos y también mi relato.

¿Para qué sirve la literatura?

¿Para qué sirve la literatura? Para encontrar el camino por dónde llegar a lo más hondo, lo más profundo, lo más secreto de nosotros mismos.

Para hacer el recorrido de ese camino necesitamos sus criaturas. Y sus criaturas son las palabras, ellas nos permiten llegar hasta ese lugar remoto que es nuestra escondida intimidad. 

Pero allí, en el precipicio de nuestra vida, no existen las palabras. Existen sentimientos: el miedo, la felicidad, la vergüenza, la esperanza, la furia, la soledad. Y nosotros, aunque sea por un instante podemos dar un nombre a esas emociones.

No es seguro que eso ocurra, lo que sí acontece es que descubrimos que somos semejantes a otros.

Para eso sirve la literatura.

Desaparecieron a Sergio Ávalos

No pudo hacer trabajos prácticos.

No pudo concurrir al parcial.

No pudo estar nervioso para presentarse a un final.

No pudo tener la alegría de decir me saqué un diez.

No pudo tener la alegría de decir ¡zafé!, me saqué un cuatro.

No pudo tener la bronca de decir por qué este tipo me aplazó a mí.

No tuvo la oportunidad de ir a discutir con los profesores, ¿por qué usted me aplazó?

No pudo pasarse las noches tomando mate, preparando una materia para rendir.

No pudo enamorarse y ser correspondido.

No pudo enamorarse y no ser correspondido.

No pudo juntar las monedas para comprarse una camisa nueva, el día que le iban a entregar el diploma.

No pudo tener un acto de colación.

No tuvo veintiuno de septiembre.

No tuvo el Día de la Primavera.

“Personalmente, creo que dar asueto cuando se recuerda la desaparición de nuestro estudiante, no es la medida más feliz, no. Ése día, aula por aula de esta Casa de Estudios se tiene que estar hablando de Sergio, para que los jóvenes que ingresan a esta Casa, sepan que esta Universidad está de duelo, que esta Universidad reclama por la aparición de Sergio Ávalos.

Entonces, curso por curso se habla de él, para entregar este reclamo a los más jóvenes.

Por eso traje al taller literario, adonde llegan todos con su puñado de palabras, la propuesta de escribir sobre Sergio Ávalos.

Todos dijeron que sí. Llegaron alrededor de setenta trabajos, de los cuales seleccioné dieciocho para su lectura y todos los trabajos invitados a ser expuestos el día en que cerramos este taller literario. Esto es lo que vamos a hacer ahora.

Alejandra, Lorena, Marisa y Santiago,van a leer dieciocho trabajos. Luego, afuera podrán encontrarse con la totalidad de los trabajos en fotocopia.

Y así concluimos la actividad del Taller Literario de este año.”

(Palabras de Alejandro Finzi, en el cierre del Taller Literario de la Universidad Nacional del Comahue, 21 de septiembre de 2017.)


Frío, mucho frío

Lo más lindo de la pesca es el silencio, el rumor de las olas que rompen contra la ribera del río. Esa armonía con el universo, cómplice de lo que no decimos y se oculta en el agua.

La ciudad aturde con sus ruidos, no es amigable como en el pueblo. Si no fuera una locura, juraría que nos reconoce como ajenos. Y se burla de nosotros. Hay tanta indiferencia, Papá, casi como frialdad.

Frío. Mucho frío.

Y silencio. Espanta. No es el de Picún y la pateada hasta el río. Pedro, las latitas y las cañas. ¿Náuseas? Se lo extraña.

¿Me escuchan? Porque me he cansado de gritar. De abrir la boca hasta que duela la garganta.

Seguí tu consejo Papá. No confié en nadie de entrada. Si algo me enseñaste fue la importancia de escuchar a las personas, mirarlas a los ojos. Hay tanto en las miradas, más que en las palabras que se lleva el viento.

No sé si fue buena idea venir al boliche. Pero los pibes querían. Desconfío de tantas luces y ruidos. Todo retumba, duelen los oídos. Además está el frío. Pero será un rato. Después hacer tiempo, la caminata a la Terminal y a festejar los dieciocho en casa.

Sed. Imágenes difusas, flashes, la oscuridad, empujones. Debe ser que estamos todos apretados. Las cosas que se ven acá adentro. Esa chica no tiene ni quince. Que viejo verde.

Frío, mucho frío.

Me debo haber dormido, porque soñé con una plaza llena de yuyos. Cerquita de casa. ¿Llevaba mi nombre? Y hasta me pareció que estaba Asunción, pero no la vi a la mamá. Todos parecían tristes. Mercedes la vista al suelo, Papá muy serio. La mirada de búsqueda que sabe posar en la calabaza cuando me ceba mate y quiere contarme algo importante.

¿En el sueño había una bandera con mi nombre? ¿Gente caminando por las calles?

Parpadeo intermitente. Luz, oscuridad. No sé a qué hora entramos, pero la verdad, tengo ganas de irme. Me falta el aire. ¿Cómo van a poner esa canción? Otra vez a la pista. El mundo son luces y alegría. Vive la vida loca.

Silencio. Otra vez el frío. Mucho frío. No amanece todavía y el río inquieta con su calma. Nos debemos una noche de pesca, amigo, quiero contarte de Gelman y “su mano dice que el mundo es cóncavo”, un hermoso poema.

¿Me oís Pedro? No entiendo por qué no amanece. El amanecer se demora, no es la primera vez. ¿te acordás? Aquella noche no habíamos pescado nada y yo esperaba las primeras luces para alejarte de esa pena y la morocha que no te daba bolilla. Una de las primeras veces que tomamos algo, nos reíamos de cualquier cosa.

La risa fácil de la botella, diría Papá. Como esta noche. Pero hoy tengo una buena excusa. Es mi cumpleaños, dieciocho. A los pibes, los perdí un rato después que entramos al boliche. ¿Qué pasa ahí? ¿Por qué me mira ése? ¿Viene para acá?

Frío, mucho frío. Oscuridad. ¿Adónde están que no los veo?

Otra vez la manifestación y la bandera con mi nombre. ¿No me ven? Son poquitos. Los autos pasan, tocan bocina. Tenías razón papá, hay que pensar bien en quien confiar. Esta ciudad es una jungla y a nadie le importa nada.

¿Cuánto falta para que amanezca? Debo ir a la terminal, en casa me espera Mercedes con la torta.

La calma del agua. Pedro y yo. La caña que tironea. Picó. No se nos puede escapar.

Frío, mucho frío.

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