Piedra sobre piedra, un rompecabezas incompleto, demediado.
La palabra como trabajo, la que designa el mundo para contar las miserias cotidianas.
Lenguaje del cuerpo y sus tropiezos. La desconfianza en los espejos. Siempre.
¿Adónde van las palabras que se resisten a ser escritas?; ¿Y las consignas del acto?
Memorias que arrastra el calendario, un texto como lista contra el olvido.
El regreso de tu mirada, la memoria que se empeña en regresar desde huecos recónditos.
Aquel trámite en la AMIA un 18 de julio. Desde entonces, a menudo he sentido la amenaza de una sombra terrible*, la de la impunidad.
Una nueva cita, a las 09:53, porque te lo debo. Infinita soledad en una ciudad indiferente.
(*) En préstamo de Kokoro, de Natsume Sōseki, (edición digital).