Orden en este caos

Allá lejos y hace tiempo Menem indultaba a los militares y en las calles se repudiaba el perdón. Lanata publicaba una tapa en Página/12. Completamente blanca, solo con el título del diario y un «pirulo» donde decía que el pasado no se podía dejar en blanco y borrar de un plumazo.

O algo por el estilo.
Y como no se puede borrar de un plumazo, bien vale la memoria. Estados Unidos (que siempre contó con gobiernos falderos) recordó su política imperialista y auspicia otro golpe de estado, esta vez en Venezuela, tensando posiciones casi irreconciliables y con resultado muy incierto.
Cuba (1952)
Guatemala (1954)
Brasil (1964)
Chile (1973)
Argentina (1976)
Venezuela (2002)
Haití (2004)
Honduras (2009)…
EEUU, patrocinador oficial de golpes de Estado en América Latina desde mediados del siglo XX.

— Rubén Sánchez (@RubenSanchezTW) 23 de enero de 2019

1964 – Río de Janeiro
«Hay nubes sombrías»,
dice Lincoln Gordon:

—Nubes sombrías se ciernen sobre nuestros intereses económicos en Brasil…
El presidente Joao Goulart acaba de anunciar la reforma agraria, la nacionalización de las refinerías de petróleo y el fin de la evasión de capitales; y el embajador de los Estados Unidos, indignado, lo ataca a viva voz. Desde la embajada, paladas de dinero caen sobre los envenenadores de la opinión pública y los militares que preparan el cuartelazo. Se difunde por todos los medios un manifiesto que pide a gritos el golpe de Estado. Hasta el Club de Leones estampa su firma al pie.
Diez años después del suicidio de Vargas, resuenan, multiplicados, los mismos clamores. Políticos y periodistas llaman al uniformado mesías capaz de poner orden en este caos. La televisión difunde películas que muestran muros de Berlín cortando en dos las ciudades brasileñas. Diarios y radios exaltan las virtudes del capital privado, que convierte los desiertos en oasis, y los méritos de las fuerzas armadas, que evitan que los comunistas se roben el agua. La Marcha de la Familia con Dios por la Libertad pide piedad al Cielo, desde las avenidas de las principales ciudades.
El embajador Lincoln Gordon denuncia la conspiración comunista: el estanciero Goulart está traicionando a su clase a la hora de elegir entre los devoradores y los devorados, entre los opinadores y los opinados, entre la libertad del dinero y la libertad de la gente.
(Eduardo Galeano, “El siglo del viento”, Memoria del Fuego 3)
Dos medios argentinos me llamaron hoy para hablar de Venezuela y dejaron de hablarme cuando les dije que soy chavista, entre ellos Mitre y el Canal de la Ciudad. Anoten eso en libertad de expresión, ya total que importa querer pasar por encima a un país lleno de civiles.

— bruno sgarzini (@brunosgarzini) 23 de enero de 2019

Córdoba. 1989. Un profe de Psicoanálisis, en clases de cientos de estudiantes en una universidad pública que hay que bancar a rajatabla, explicaba la noción de inconsciente y citaba estos versos, que acompañaron más de un cuaderno, esos con los que me topo buscando otras cosas.
Tiempo después supe el autor, cuando la psicología quedaba atrás y uno empezaba a arrimarse a las palabras.
Yo no soy yo.
Soy este
que va a mi lado sin yo verlo,
que, a veces, voy a ver,
y que, a veces olvido.
El que calla, sereno, cuando hablo,
el que perdona, dulce, cuando odio,
el que pasea por donde no estoy,
el que quedará en pie cuando yo muera.
(Juan Ramón Jiménez)
Y el que a veces voy a ver y a veces olvido, no puede o no sabe despegar la literatura de lo real. “Toda la literatura que yo escribo es realidad. Porque yo he visto que la realidad -y vuelvo a repetir algo que es muy repetido pero lo repito- la realidad tiene mucha más fantasía que cualquier fantasía, y eso lo he notado. Entonces, describo todas esas fantasías que uno ha vivido”, dijo Osvaldo Bayer en una entrevista, allá por el 2004.

Algo de eso hay. Y en el mientras tanto escribo. O lo intento.