La botella estaba firme en el medio de la calle. Vacía, impune, de madrugada. La seguí con la mirada y pasé a su lado.
Ladridos de perros. El silencio espeso de la muerte.
En casa, restos de una despedida. Pibes y pibas afuera, el vaho irremediable de las flores, la bronca de una muerte clandestina.
¿Fueron ciertos los coágulos, el dolor, la mirada de la enfermera?
Adentro, mamá sollozaba entre hipos, abrazada por su compañero.
Les pedí que dejaran esto atrás. No me escucharon, no tenían por qué.
Mi hermana apretaba el pañuelo verde y encendía una vela junto a mi foto.
Publicado en Plan B Noticias
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