La guerra y la poesía

Se trata de superar el instante en que parece imposible. No es tarea fácil, ya lo vislumbro al teclear las primeras palabras y la pava que avisa que ya es tiempo.

¿Loros? Sí, Más de uno en el peral. Temo por mis cazadores de jardín y los espanto. Los veo alejarse. Tres que desaparecen bajo los techos vecinos.

El silencio de lo posible en las mañanas de domingo.

El cursor parpadea, a la espera de.

Unos versos de Santoro, de una serie inédita:

Pronombre personal

Si es singular tu forma
de conjugar el mundo
pocos habrán de oírte

O esta:

Rumbo

El que tuerce las palabras
equivoca el camino

Un viaje a casa (es curioso como denomino casa al lugar de donde partí. O no). Amigos, una luna enorme entre los caldenes, la tregua con el mundo.

Silvia Castro y su Diario de Puelches. Mujeres solas en el desierto, Bustriazo y los indios. Malvinas.

A la noche

Me pone a cocinar. El arte de las mujeres que viven solas: encontrar alguien que cocine. Ella pica una cebolla y pela un tomate mustio. Va a haber que ponerle arte a esto, pienso. No la veo muy buena para la cocina a mi anfitriona. Cada tanto va a atender a la gente, que entra a hacer las últimas compritas del día. La cena se va haciendo entre conversas que digiere el grabador y ahí esperan que con el tiempo las saque a la luz, ahora lo que importa es que las truchas se puedan comer. Sale bastante bueno el revoltijo, una especie de estofado napolitano con quesito derretido arriba de los pescados. Juanita saca una caja tetra brick de Zumuva de la heladera. A mí el pescado me gusta con vino dulce, me dice, y sube el volumen del televisor. Menos mal que habla fuerte, muy fuerte, como maestra jubilada que es. Me empieza a contar de su familia italiana y de la guerra del ’14. La escucho y pienso cómo se va a escuchar la grabación de su relato, con ese documental que están pasando en el televisor, de fondo, sobre la guerra de Malvinas.

Le pregunto si lo conoció a Bustriazo. Claro, me dice, pero más a la Rosita, la Rosa Puelche, que era maestra como yo y era la novia en ese entonces. Una noche yo no me podía dormir, era tarde, y estaba leyendo en voz alta la Rosa Puelche. Me vino como una inspiración, agarré una tiza y me puse a dibujarla. Pará, pará que te muestro. Ahí nomás se levanta y me pide ayuda, vamos para la pieza y movemos el ropero. La tengo acá atrás. ¿Ahí la tiene escondida a la novia de Bustriazo? Sí, quedó pegada acá, antes usaba el ropero de división, pero ahora quedó contra la pared, seguro que está ahí todavía, ¿adónde se iba a ir? Somos las dos demasiado menudas para el ropero de tres cuerpos, pero de a poco lo vamos moviendo. Pucha, no está, me dice, asomándose de atrás. ¿Dónde me la pusieron? Mirá, cuando aparezca te la muestro, seguro que está escondida en alguna parte. Me había salido linda…

Como no aparece, manotea un ejemplar de Canto Quetral bastante baqueteado y lleno de marcas hechas con estampitas, pedazos de facturas y otros papeles. Abre el libro y se pone a leer en voz alta, declamando versos del flamenco. Es una gloria, dice. Lástima lo borracho que era, siempre con los indios, siempre buscando cadáveres. Le gustaba mucho andar con los cadáveres, cabezas de indio, esas cosas juntaba. Todas las noches lo veías con el maletín haciendo eses. Todo oscuro y el tipo con la linterna, ni los perros se le acercaban.

Me lleva para la cocina, terminamos de comer lo que queda, ya medio frío. Ahora, un cafecito, dice. Lo traigo mientras juntas los platos. Cuando miro, veo en la mesa unos caramelos. El cafecito, me dice, sentate que lo tomamos. Miro la mesada y no veo nada. miro la mesa de nuevo, nada. Miro otra vez los caramelos. Butter Toffees de café. Ah, el cafecito, ahora entiendo.

Apago el grabador. Hora de dormir. Queda mucho que desgrabar, pero tengo sueño. Cruzo la ruta. Miro a los dos lados antes, no me olvido. Del otro lado está lo que se mueve. De este, Juanita me saluda hasta mañana.

(pp. 43-44)

Castro, Silvia, “Diario de Puelches” con fotografías de Jimmy Rodríguez, Salsipuedes, Gráfica 29 de Mayo, 2022.

Y los poemas:

la falta de aire se desplaza
por la falta de aire

la gomería repara en tiempo real

la pampa no puede respirar
fuera del agua*

(*) Versos de La gomería, en Puelches, Río Negro, Editorial UNRN, 2018.

Y, a veces, respirar se hace difícil. Gracias al cielo que existe la música en un mundo que sigue de revés. La guerra y la poesía. Palabras como antídoto ante un Dios de fantasía.

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